Expansión, 6 de octubre de 2007
Julio Pomés, director del think tank Institución Futuro
En nuestra joven democracia nunca nadie hizo tanto daño a la unidad de España como el que está haciendo Zapatero. El problema de su destructiva acción es el carácter irreversible de las cesiones a los permanentes chantajes nacionalistas. Ahora es muy difícil retornar al concepto de nación que ha tenido España en la historia.
El desarrollo autonómico se ha caracterizado por la voracidad de las CCAA por engullir más competencias. Es más, algunos ‘reyezuelos taifas’ exhiben como motivo de orgullo los traspasos de poder conquistados, prebendas que en muchas ocasiones son a costa de un mayor gasto público y una peor eficiencia de los servicios.

Además, cada vez que una región arranca un beneficio más de La Moncloa, las demás CCAA acuden a la puja por compartir el provecho. La causa principal del crecimiento nacionalista reside en la educación, competencia que nunca debió ser transferida, pues la escuela es el lugar donde resulta más fácil y eficaz el adoctrinamiento nacionalista.

El Principio de Subsidiaridad, precepto que promueve que las decisiones se tomen lo más cerca posible del ciudadano (siempre que la instancia local sea más eficaz que la del Estado), se ha vulnerado. Los perjuicios de esta ceremonia de la confusión son insufribles para los ciudadanos, los contribuyentes y el mundo económico. La burocracia ha aumentado y muchos trámites que antes se resolvían en una única delegación ministerial, ahora requieren pasar múltiples ventanillas autonómicas.

El funcionamiento de las empresas también ha resultado dañado; en muchas actividades operar en todo el territorio nacional exige crear 17 compañías. Esta complejidad desanima a que muchas multinacionales se implanten en España. También los abusos para exhibir singularidades diferenciales autonómicas han supuesto que muchas compañías prefieran asentarse en Madrid para no pagar los peajes de intervencionismos sin sentido.

Cataluña y el acoso al ciudadano
Cataluña es el mejor ejemplo del acoso que ciudadanos y empresas sufren cuando eligen opciones no nacionalistas. Los catalanes no son libres ni tan siquiera para decidir que el castellano sea la lengua principal en el colegio de sus hijos o rotular en la lengua de Cervantes sus comercios. Esa tiranía nacionalista propicia que los más sensibles a perder libertad, que muchas veces son los mejores profesionales, escapen hacia escenarios más abiertos.

Exigir el catalán para tener un puesto público es impedir que llegue el talento. Estas trabas contribuyen a explicar el descenso de Cataluña en varios rankings económicos nacionales. Así como Zapatero en el caso del País Vasco ha aumentado el problema al establecer negociaciones con el terrorismo etarra, en el caso de Cataluña, como muy bien apuntaba Pedro J. Ramírez el pasado domingo, ha creado un grave problema donde antes no existía un nacionalismo desbocado.

Así como los Reyes Católicos han pasado a la historia como los forjadores de una gran nación en la Edad Moderna, Zapatero será recordado como el triste personaje que más contribuyó a romper España y que con más ahínco intentó que nuestro país regresara a la Baja Edad Media.

En esta época los señores feudales ejercían un poder absoluto y despótico. Con su pasión por la guerra, entre ellos mismos y con su rey, impedían el progreso de sus minúsculos territorios. Unir los reinos peninsulares llevó casi ocho siglos. Zapatero va a conseguir romper esta nación en ocho años si le permitimos continuar su egoísta obsesión por mantenerse en el poder a cualquier precio.

Hechos como el apoyo a un Estatuto anticonstitucional, la formación de gobierno catalán con partidos independentistas, que la policía no impida la quema de imágenes del rey, el incumplimiento de la ley de banderas en los ayuntamientos, la pretensión de realizar referéndum para favorecer la secesión en el País Vasco y Cataluña, el que se presente una enmienda para despojar al rey de la jefatura de las fuerzas armadas y el estudio de una historia antiespañola en muchas escuelas públicas constituyen ejemplos claros de la pérdida de la identidad nacional. Por si estos ejemplos no fueran suficientes, está además la utilización del dinero de todos los españoles para beneficiar a las CCAA donde tiene sus tradicionales graneros de votos.
No pasará nada mientras la economía aguante, pero si el ciclo recesivo irrumpe con fuerza y dura varios años, España será tan inviable como ingobernable.

Institución Futuro
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