En la economía, solo unas empresas e instituciones orientadas a la mejora de la productividad tienen futuro en un mundo cada vez más interdependiente y sujeto a un aumento intenso de la rivalidad. Para ser más productivos, la innovación y la competencia, no las subvenciones y las ayudas, son dos instrumentos formidables para impulsarla. Sólo la mejora de la productividad garantizará salarios y rendimientos de los factores a los que aspiramos.
La modernización e innovación permanente de nuestro tejido productivo debe completarse con nuevas iniciativas empresariales y el fomento del espíritu emprendedor. Sólo una sociedad que apueste por la iniciativa personal y la capacidad de asumir nuevos riesgos, nos ofrece un futuro prometedor. La cultura del emprendimiento debe fructificar frente a la cultura de la seguridad, el miedo al fracaso y la aversión al riesgo. Y para ello, sembrar el campo de subvenciones y ayudas no hará que florezcan los empresarios. Hay que propiciar la capacidad de emprender nuevos proyectos desde el sistema educativo, el capital riesgo y las experiencias y ejemplos de iniciativas empresariales exitosas.
En educación sería prioritario reducir el fracaso escolar, aumentar la competencia entre los centros educativos y estimular la excelencia en secundaria así como revalorizar la formación profesional. En la universidad habría que mejorar los incentivos de los estudiantes y los docentes para conseguir un mejor aprovechamiento del capital humano y facilitar la trasferencia de conocimiento y tecnología hacia la sociedad.
Resulta crucial la reforma de la administración. Se ha construido una burocracia enorme y jerarquizada diseñada para un entorno que ha dejado de existir. Hay que simplificar y mejorar la eficiencia y productividad de la administración. Hay que reducir los trámites administrativos e impulsar la realización de auditorías para que se reconozca la eficacia y justificación de los distintos programas. Habría que cambiar el sistema de incentivos de los funcionarios y sustituir la cultura del control por otra basada en la trasparencia y la rendición de cuentas.
En sanidad hay que incluir mecanismos de ahorro. Hay que pensar en la utilización de sistemas de precios con objetivos de disuadir el uso excesivo e injustificado de los servicios. Además hay que diseñar mecanismos de incentivos apropiados para los profesionales del sistema que premien a los profesionales competentes que trabajan con dedicación y competencia En relación a la introducción del uso de nuevas tecnologías sanitarias, hay que avanzar en la cultura de la evaluación.
Estas reformas necesitan de un amplio debate y de un extenso respaldo social para su implementación. Siendo difíciles, hay que abordarlas con urgencia y determinación, Necesitamos que los lideres sociales y políticos estén dispuestos a impulsar los cambios, hoy no hacer nada y dejar que las cosas continúen como están ya no es una opción porque el deterioro de la situación será rapidísimo.