Diario de Navarra, 19 de junio de 2016
José León Taberna Ruiz es miembro del Comité Ejecutivo del think tank Institución Futuro

La falta de consenso para llegar a pactos para formar Gobierno ha obligado a convocar nuevas elecciones generales en España. Atónitos, los ciudadanos hemos presenciado seis meses de Gobierno en funciones, de reuniones de partidos infructuosas, de gestos poco más que teatrales, de demandas difíciles de cumplir… por no mencionar las negativas consecuencias económicas de esta situación de incertidumbre política.

La falta de consenso para llegar a pactos para formar Gobierno ha obligado a convocar nuevas elecciones generales en España. Atónitos, los ciudadanos hemos presenciado seis meses de Gobierno en funciones, de reuniones de partidos infructuosas, de gestos poco más que teatrales, de demandas difíciles de cumplir… por no mencionar las negativas consecuencias económicas de esta situación de incertidumbre política.

Una vez más, nos enfrentamos a una campaña electoral que, previsiblemente, en poco va a diferenciarse de la anterior, salvo quizá en el ya anunciado pacto entre Podemos e Izquierda Unida. El coste económico de la campaña, superior a 130 millones de euros, no nos olvidemos, lo vamos a sufragar todos nosotros.

Así pues, los ciudadanos nos volvemos a encontrar en la tesitura de valorar qué partido político merece nuestro voto. Pocas veces solemos detenernos a leer en detalle sus programas, los de todos y cada uno de ellos: de ordinario nos dejamos guiar, de forma más o menos simplista, por lo que leemos en prensa, los debates que podemos ver en televisión, los comentarios de los llamados expertos y, desde luego, los prejuicios personales y sociales. En pleno siglo XXI, la imagen proyectada por los candidatos, los pocos o muchos mensajes que lancen al público y su capacidad para captar la atención conforman la base, no siempre lo bastante sólida, sobre la que tomaremos nuestra decisión de voto.

En la oferta electoral figuran determinados partidos que poseen más dominio y mejores destrezas en el manejo de los medios y los mensajes. Arengar a las masas y convencerlas no resulta tarea fácil, pero si se prometen mejoras inmediatas del bienestar personal y social sin que su consecución implique un mayor esfuerzo económico por parte del ciudadano, si se predica un supuesto nuevo modelo económico beneficioso para todos aunque no se cuantifique su coste ni cómo se va a financiar y sostener… ¿Quién podría rechazar esos cantos de sirena?

El Instituto de Estudios Económicos acaba de publicar, de la mano de su presidente, José Luis Feito, un documento de trabajo que les invito a leer: “Los populismos marxista e independentista: raíces y mecanismos de propagación comunes”. En él se expone un “recetario” del populismo, cuyo contenido seguro que no les es desconocido. El primer ingrediente consiste en destacar hasta el extremo los aspectos más negativos de la realidad económica. Nadie puede negar u ocultar la durísima crisis económica que hemos sufrido y todavía estamos padeciendo; ni sus graves consecuencias en el empleo y, por tanto, en la vida diaria de muchas familias. Pero tomar la parte por el todo, o tomar casos aislados -por muy numerosos que sean- y otorgarles categoría de verdad generalizada, constituye un burdo ejemplo de manipulación.

En segundo lugar, resulta efectivo contraponer la actual situación económica y social con un inminente panorama idílico, en el que -prometer cuesta muy poco- se conseguirán el pleno empleo, la subida los salarios, la igualdad de rentas y patrimonios, la mejora de los servicios educativos, sanitarios, etc.

Asimismo, granjea simpatías inmediatas señalar a un culpable de la situación, esto es, identificar un enemigo a batir. En este caso, el capitalismo, con su consiguiente política económica, parece ser el responsable de todos los males que afectan a España y por tanto, según los populistas, ha de erradicarse y sustituirse por el populismo marxista que, al parecer, beneficiará a todos excepto a las élites económicas.

Por último, en consonancia con los postulados anteriores, parece que la única solución viable para nuestro país radica en establecer una “democracia popular” a través de un masivo aumento del gasto público, lo que requiere la presencia de los populistas en los centros de decisión política y económica.

Como decía, seguro que muchas de estas técnicas les son familiares, porque las han visto y las van a seguir viendo y sufriendo durante la presente campaña electoral. La clave del asunto reside en cómo hacer frente a tales mensajes, especialmente perjudiciales en el aspecto económico. Entre la gran cantidad de “antídotos” propuestos por Feito en su documento, destaco dos especialmente útiles.

El primero, que la recuperación económica de España siga su curso ascendente y se prolongue lo máximo posible, para derribar el argumento de que el actual sistema económico solo acarrea pobreza y desigualdad. Porque no es así: si el problema más grave que hemos sufrido ha sido el del desempleo, ahora más que nunca hay que apoyar a las empresas privadas, que son las que generan más del 80% del empleo total. El segundo antídoto se asienta en mostrar, como ya se está haciendo desde determinadas instancias y sectores sociales, las nefastas consecuencias de esas políticas cuando se han puesto en práctica en otros países. El caso de Venezuela, sangrante, es muy ilustrativo. Si pensamos en nuestro país, en la época Zapatero, conviene recordar que, una vez estalló la crisis económica, las medidas aplicadas para paliarla fueron en buena medida las propuestas ahora por los populistas (aumento de gasto público, etc.).

Así pues, no caigamos en la trampa de pensar que con ese nuevo modelo económico prometido nuestra sociedad va a ser más democrática, más justa y más rica. Porque tenemos ejemplos de sobra que demuestran que el resultado es, precisamente, el contrario. Ténganlo en cuenta.

José León Taberna Ruiz es miembro del Comité Ejecutivo del think tank Institución Futuro

Institución Futuro
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