Expansión, 15 de diciembre de 2007
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
¿Por qué han subido los precios de los alimentos? ¿Han sido acertadas las decisiones agrarias tomadas por la Ministra de Agricultura? ¿Es importante el sector primario para la economía? Estas tres preguntas son un buen guión para la obligada revisión de las políticas agrarias que conviene hacer en este final de legislatura.
En general, la opinión pública mira a la agricultura como un sector poco relevante, y no debiera ser así. El sector primario tiene un peso en la economía mucho mayor que el que se le atribuye. Además, la necesidad de fijar la población al territorio, y que no sólo haya ciudades, el asegurarnos los alimentos y poder producir biocombustibles en el futuro son razones estratégicas para que al campo se le de la importancia que merece. Daré unas pocas cifras del año 2006 para que juzguen por sí mismos. El valor total de la producción agraria en origen es de 36.004 millones de euros y las ventas netas de la industria alimentaria española son de 77.447, lo que hace que estas actividades representen en total cerca del 10% de nuestro PIB y casi un millón y medio de empleos.
Respecto al alza de precios de los alimentos, si bien es cierto que en ellos han repercutido la subida del precio del combustible y el descenso de la producción mundial por problemas climáticos, el alza no debiera haber ido más allá del 5%. Lo peor de una subida de precios, superior a la que suponen los costes, es que no ha servido para mejorar las rentas de los agricultores y ganaderos, sino para unos mayores beneficios de personas que no trabajan directamente el campo.
En cualquier caso, lo peor que le ha pasado a la agricultura española, agravado por el hecho de que era evitable, es la falta de un política firme y clara que ha llevado al error de no tomar decisiones, sino esperar a que nos las impusieran desde Europa. Como ustedes recuerdan Elena Espinosa, nada más ser nombrada en el cargo de ministra, participó en una cumbre agraria en Bruselas en la que se decidía el reparto de fondos para el aceite, el algodón, el lúpulo y el tabaco. A pesar de que ni ella ni su equipo tenían experiencia de cómo funcionaban esas negociaciones, la ministra estrenó su mandato despreciando el apoyo que le quisieron brindar los expertos en política agraria del anterior Ejecutivo. Tras alardear de que iba a sacar más que los cien millones de euros que tenía apalabrados el Gobierno del Partido Popular saliente, regresó a España con cero euros y un acuerdo catastrófico para el tabaco y el algodón españoles. La ignorancia, cuando es arrogante, arruina cualquier proceso de negociación. Aunque una reunión de técnicos posterior al cierre político redujo la perdida a cincuenta millones de euros, su desprestigio ha supuesto el ir de perdedora habitual en las siguientes negociaciones.
No deseo entrar en los múltiples fiascos de Elena Espinosa, la mayoría de ellos provocados por su inoperancia, pero sí contaré el de los productos lácteos, por ser reciente y haber pasado desapercibido. Es grotesco que España, país que con su producción lechera no cubre el 65% de las necesidades de nuestro consumo interior, no sea la que plantee el incremento de la cuota láctea. Daré algunas cifras para que se vea el nivel de agravio que sufren nuestros ganaderos. España y Grecia son los países con menor cuota láctea por habitante y año de la UE. Nuestros 143 litros por habitante y año son ridículos si se los compara con los 1.340 litros de Irlanda, los 829 de Dinamarca y los 680 de Holanda. Francia y Alemania tampoco salen mal paradas, pues tienen 3,5 veces la cuota de España. Es insultante para España que sea Polonia el país que plantee el aumento de cuota láctea, cuando su asignación es de 243 litros, cantidad mucho mayor que la que corresponde a nuestro país.
Lo que sí hace bien la ministra es hacernos creer que son éxitos sus estrepitosos fracasos. Así, calificar de ‘positivo’ el acuerdo de reparto de fondos para el 2007-13, negociación en la que para la agricultura se han perdido 3.000 millones de euros en pagos directos y 4.000 en desarrollo rural, es insultante para la inteligencia de nuestros agricultores y ganaderos, sobre todo porque Francia e Italia han aumentado sus fondos para desarrollo rural. Es una pena que la ministra no haya sido sensible a las advertencias del portavoz del PP en el Senado, Perez-Lapazarán, sin duda uno de los mejores expertos en política agraria con que cuenta España. La Sra. Espinosa debiera ser más autocrítica y darse cuenta de que el bien de la agricultura es más importante que machacar a la oposición.
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