7 días, CEN, 13 de enero de 2006
Institución Futuro. Opinion Review Nº 70
El 2005 será un año para olvidar, al menos para los dirigentes europeos. A los problemas ya conocidos de asimilación de la Ampliación, se ha sumado el fracaso de la Constitución Europea entre los ciudadanos de los países clave de la UE y la falta de liderazgo (o de entendimiento, según se vea) para abordar la consolidación de la UE de los 25.
Por otra parte, la economía del continente es la que más dificultades padece tener para afrontar los retos de la globalización. Al final, se ha terminado el período con un acuerdo presupuestario continuista y de escasa visión. Pero tal como han ido las cosas, algunos piensan que haber finalizado el annus horribilis de Europa con un proyecto compartido, aunque mezquino, es motivo para abordar con optimismo el 2006.

De acuerdo con el Wall Street Journal, “la UE tiene que desarrollar normas que promuevan el espíritu emprendedor y el riesgo empresarial, ha de armonizar el sistema de distribución comercial, debe facilitar las relaciones empresariales y comerciales en toda el área, y fomentar aún más la competencia y la competitividad”. Pat Cox sugería que “hay que aceptar el fin del modelo de prosperidad europeo de la postguerra, basado en fuerte presión fiscal y en políticas de bienestar que generan dependencia. Es necesario hacer reformas y liberar las energías que ahora están encorsetadas en un sistema proteccionista y conservador”.

La falta de igualdad entre los países europeos ha sido criticada a menudo durante estos meses. The Economist apuntaba que la unidad de criterio en la política económica europea se hace cada vez más difícil por causa de la disparidad de las economías nacionales. “Por un lado, existen economías muy competitivas, como las de Finlandia, Dinamarca, Irlanda y Suecia. Otras, como algunos nuevos miembros de la UE, cuentan con ritmos de crecimiento muy altos. Otras, como Francia y Alemania, presentan graves problemas”. Como ha demostrado el ‘no’ a la Constitución, muchos ciudadanos no se muestran conformes con la evolución de la UE, en particular los franceses. James Graaf, de Time, señalaba que “no se De acuerdo con Thomas Ferenczi, en Le Monde, “es lógico que exista una indiferencia ciudadana hacia Europa. A los ciudadanos se les pregunta directamente de forma muy ocasional. Europa mantiene sus prioridades, mientras los Estados establecen las suyas.

Y el espacio público en el que se debate no es un territorio europeo, sino nacional. Sólo en algunos momentos, como con respecto a la adhesión de Turquía, hemos comprobado que la ciudadanía se movilizaba para opinar y defender su postura”.

La falta de igualdad entre los países europeos ha sido criticada a menudo durante estos meses. The Economist apuntaba que la unidad de criterio en la política económica europea se hace cada vez más difícil por causa de la disparidad de las economías nacionales. “Por un lado, existen economías muy competitivas, como las de Finlandia, Dinamarca, Irlanda y Suecia. Otras, como algunos nuevos miembros de la UE, cuentan con ritmos de crecimiento muy altos. Otras, como Francia y Alemania, presentan graves problemas”.

Como ha demostrado el ‘no’ a la Constitución, muchos ciudadanos no se muestran conformes con la evolución de la UE, en particular los franceses. James Graaf, de Time, señalaba que “no se acostumbran a una Unión Europea más grande. Por ello, en lugar de aceptar el cambio con el ímpetu que les caracteriza, se muestran temerosos ante un proyecto en el que su país no destaca sobre los demás”. Por otro lado, el autor cree que los franceses culpan a Europa de los males que sufren. “Muchos franceses piensan que al rechazar la Constitución pueden detener procesos como la deslocalización o la globalización, o que no llegue la incorporación de Turquía o sucesivas ampliaciones”.

Junto a los problemas internos, también se ha discutido sobre el papel exterior de la UE. A juicio de Gordon Brown, que escribe en The Wall Street Journal, Europa debe preocuparse menos de sus problemas de integración interna y esforzarse por lograr una mayor capacidad de competir en un entorno global. “Al menos en el plano económico, esto implica pasar de las palabras a los hechos y modernizar los mercados de capital, de productos y el de trabajo”. El Ministro urgía a eliminar barreras que frenen la competitividad y a considerar la reforma de un modelo social que ha creado veinte millones de parados.

Y por último, la negociación del Presupuesto europeo. Aunque los analistas creen que no se ha logrado el mejor de los acuerdos posibles, han entendido que la negociación final ha sido coherente con la difícil evolución de la UE. Le Monde afirmó que, “el fruto es insuficiente para frenar la ola de euroescepticismo. Pero al menos pondrá de nuevo en marcha a la Unión”.

Institución Futuro. Opinion Review Nº 70. Resumen del año 2005

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