Diario de Navarra, 2 de diciembre de 2010
Emilio Huerta, miembro de Institución Futuro
Los colectivos que rechazan la reforma laboral en España consideran que al facilitar el despido y dar más autoridad al empresario en la organización del trabajo, se van a tomar decisiones que mejorarán los beneficios de la empresa a costa de empeorar la posición y rentas de los trabajadores. Resulta evidente que a pesar de la retórica de la concertación y el diálogo social, los sindicatos desconfían de los empresarios y rechazan darles mayor capacidad de decisión para gestionar las empresas.

Prefieren un mundo reglado y bien definido en el que los directivos se muevan con poca discrecionalidad porque consideran que esa autonomía de gestión les va a perjudicar y son poco receptivos a las ineficiencias y pérdidas de competitividad que las rigideces generan en las empresas. Para los empresarios, la intervención y reglamentación excesiva está suponiendo un coste creciente y representa una perdida notable de flexibilidad y productividad. En estas condiciones la percepción sindical sería diferente si las expectativas sobre los beneficios que puede reportar el cambio normativo y cómo éstos se van a distribuir, fueran también distintas de las que son.

Las iniciativas legislativas que reducen la regulación y eliminan restricciones sobre el marco por donde debe transcurrir una negociación, no determinan ni dictan lo que va a suceder después, sino que abren el camino para que ciertos aspectos de la relación, que antes determinaba la ley, ahora pueda ser objeto de negociación entre las partes. La oposición frontal de los sindicatos a una menor regulación laboral revela su convencimiento de que en el nuevo escenario, saldrán perdiendo en comparación con lo que obtenían con la legislación anterior. Así, su rechazo a la desregulación del mercado laboral tiene su origen en la expectativa de que si se sigue adelante con ella, su fuerza y capacidad negociadora actuales serán insuficientes para mantener el actual statu quo.

En estas circunstancias, un factor clave para cambiar las expectativas de los sindicatos, sería convencerles de que la mayor libertad negociadora abre oportunidades para encontrar espacios de interés común en las empresas, que de un lado, sean sensibles a las aspiraciones de los trabajadores y de otro aumenten la competitividad y rentabilidad de la inversión. Se trataría de construir una nueva relación de confianza en el que los que hoy se consideran perdedores, pudieran tener más voz, presencia y poder.

Hasta ahora la agenda de la negociación colectiva en las empresas se ha limitado a un conjunto de temas muy concretos, salarios y reducción de jornada, dejando de lado dimensiones al menos tan valiosas como las anteriores, como la formación, el desarrollo de carreras profesionales, la flexibilidad interna, nuevas formas de organización del trabajo y trasparencia e información.

Las razones que las empresas más innovadoras, frente a las que están ancladas en los viejos paradigmas de la producción, han tenido para desarrollar una gestión empresarial más respetuosa y sensible a los intereses de los trabajadores, resultan del reconocimiento de que sistemas de dirección coercitivos y jerárquicos son incompatibles con la necesaria descentralización de las decisiones en entornos competitivamente muy exigentes. La internacionalización de los mercados, requiere de respuestas rápidas ofrecidas por trabajadores formados. Exige un compromiso de los empleados para actuar con rapidez y eficacia y ello demanda una gestión más trasparente, una información más extensa entre todos los niveles de las empresas, el desarrollo de nuevos sistemas de remuneración y de la puesta en marcha de sistemas de organización de la producción y del trabajo menos jerárquicos y más participativos que impliquen y comprometan a los empleados con la empresa.

En definitiva creemos que es muy valioso reconocer que nuevos modelos de gestión de empresas son posibles y necesarios, hay que valorar sus características y ventajas y ponerlos en funcionamiento para así generar confianza y estimular la cooperación entre empresarios y trabajadores. Sólo desde la confianza que da un reparto de poder más equilibrado, se podrá avanzar para superar los desacuerdos existentes y desarrollar una reforma del mercado de trabajo y en paralelo de la empresa, que permita mejorar la competitividad de la economía Navarra, sin lesionar los intereses de los trabajadores.

Share This