Ayer se aprobaron en el Parlamento de Navarra los Presupuestos Generales para 2023. Una votación que no ha supuesto ninguna sorpresa, por el pacto al que llegaron hace semanas los partidos que componen el Gobierno con EH Bildu. Ojalá el análisis que cada año realiza Institución Futuro fuera esta vez diferente a los anteriores, pero por desgracia estos presupuestos siguen resultando continuistas con los de la actual legislatura.

Unos años en los que no se ha aprovechado para poner orden en las cuentas públicas, que no olvidemos son la principal herramienta de política económica con la que cuentas los gobiernos y que pagamos todos los contribuyentes. Estos presupuestos no van a ayudar a recuperar la actividad económica y los niveles de empleo de antaño, y eso que son los de mayor gasto de toda la historia: 5.750 millones de euros, 476 millones más que el año anterior, por encima del 9% de incremento. Pero como nunca me cansaré de repetir, un mayor gasto por sí mismo no garantiza un mejor servicio. Hay que elegir con sumo cuidado en qué partidas se invierte y eliminar todos los gastos innecesarios, de otra forma estos se consolidan.

Más aún en un contexto socio-económico, tanto nacional como internacional, de tremenda incertidumbre que parece va a condicionar la recuperación económica. Este hecho debería hacer que fuéramos mucho más prudentes a la hora de estimar los ingresos y de planificar los gastos. Las familias estamos sufriendo la subida de precios en productos básicos de la cesta de la compra, en la gasolina, en la energía, las empresas también están notando un aumento de costes tremendo… Esa inflación y la retracción del consumo no van a favorecer el crecimiento económico, más bien lo contrario. Aunque el aumento de la inflación está favoreciendo a los ingresos tributarios, es el momento de pensar en consolidar las cuentas públicas mediante la obtención de nuevos ingresos como resultado del seguimiento del fraude fiscal existente y de una mayor eficiencia de la Administración, más que en la subida de impuestos. Bastante asfixiado está ya el contribuyente.

Con esos mayores ingresos, el Gobierno debiera centrarse en reducir drásticamente su déficit y desendeudarse todo lo posible. Durante años los tipos de interés no han supuesto un problema a este respecto, pero con las recientes subidas el dinero está más caro, también para la Administración. Una deuda que, como vaticinan todos los expertos, pagarán nuestras futuras generaciones.

El actual Gobierno insiste, año tras año, en aumentar el gasto de personal, que supone casi un tercio del gasto, 1.685 millones de euros, 100 millones más que en 2022. La contratación de funcionarios resulta imprescindible en algunas áreas -ahí están las demandas de todo el sector sanitario, colapsado desde la covid y sin visos de que vaya a desbloquearse, sobre todo la atención primaria- pero totalmente ineficiente en otras. Con un aumento del 43% en los últimos siete años, no parece que haya habido una mejora aparente en el servicio al ciudadano.

Sanidad con 1.332 millones de euros, Educación con 835 millones de euros y Derechos Sociales con 615 millones de euros alcanzan los 2.783 millones de euros, lo que implica que el gasto social supone el 53,12% del presupuesto no financiero. A la cabeza de todas las Comunidades Autónomas en cuanto al compromiso del gasto y en gasto social por habitante. Pero de nada sirve aumentar las partidas si no existe luego un proceso de medición de resultados que pueda esclarecer qué se ha hecho bien, para potenciarlo, y qué mal, para corregirlo o eliminarlo. No controlarlo hará que no sea sostenible.

Los Fondos Next Generation aprobados por la Unión Europea a raíz de la pandemia suponen 249 millones de euros. Sin embargo, no parece que vayan a cumplir su cometido de transformar el modelo económico, en este caso de Navarra por un doble motivo: porque van a seguir sirviendo para financiar proyectos públicos que nada tienen que ver con el desarrollo económico y la transformación, como por ejemplo las obras del Palacio Marqués de Rozalejo, y porque hay dinero pero en varias ocasiones no hay proyectos que puedan absorber los citados fondos. En definitiva, una nueva ocasión echada a perder.

No quisiera terminar sin hacer referencia al tejido empresarial, el que genera riqueza y empleo. Los Presupuestos de Navarra no van a ayudar a las empresas establecidas en Navarra a ser más productivas, ni a crear más puestos de trabajo, ni tampoco va a favorecer la competitividad de la región para atraer a otras. Este aspecto resulta, desde mi punto de vista, crítico a la hora de valorar los presupuestos. Las trabas administrativas y la burocracia tampoco facilitan la atracción de inversión ni fomentan el emprendimiento, otras tareas pendientes que no se reflejan en los Presupuestos de Navarra.

La fiscalidad es otra herramienta con la que Navarra podría fomentar el apoyo a empresas y, sin embargo, no la emplea como es debido. Los proyectos de ley de medidas fiscales, también aprobados ayer, tienen alguna medida positiva pero, en conjunto, no corrigen la situación de desventaja en la que ahora mismo se encuentra Navarra respecto a otras Comunidades Autónomas. En resumen, más de lo mismo.

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