Expansión, 2 de enero de 2007
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
Si tras el atentado de Barajas el presidente del Ejecutivo adopta la actitud hipócrita de minusvalorar lo sucedido, la conclusión es desoladora: estamos en manos de un irresponsable que comercia con unos asesinos sin propósito de enmienda.
El que Zapatero no anunciara en su comparecencia la vuelta inmediata al Pacto Antiterrorista representa una merma notable de su exigua credibilidad y despierta los peores presagios de su capacidad para controlar la situación. La ETA no es una organización monolítica y tratar con los partidarios de la negociación no resuelve nada; en todo caso supone un aumento de la crispación de los terroristas más radicales.
Cobra actualidad el artículo que publicó Expansión hace un mes (¿Impeachment a Zapatero? 2-XII-2006) en el que, basándome en las principales equivocaciones del jefe del Ejecutivo, exponía la conveniencia de que las formaciones políticas se cuestionaran la continuidad del presidente. No se entiende como nadie de los principales líderes de su partido se desmarca y denuncia las verdades del barquero. ¿Tanto miedo se le tiene? ¿Tan poco valor hay en los cargos socialistas para obrar en conciencia?
La voluntad expresada por el presidente de no romper definitivamente la negociación con ETA debiera conducir a que se plantease una moción de censura por parte del resto de partidos. A muchos ciudadanos les preocupa seriamente verse gobernados por un ingenuo voluntarioso que no vislumbra los riesgos de sus políticas para la convivencia y estabilidad de la nación española. Aumenta la impresión de que este ritmo de torpezas va a ser creciente, algo relacionado con el ‘pensamiento Alicia’ que padece el presidente: cada vez es más crédulo para la factibilidad de sus ensoñaciones. Conviene recordar por qué las dos principales exigencias de ETA son inviables y la inutilidad de haber proseguido las conversaciones con los terroristas tantos meses, cuando un desenlace de fracaso era obvio.
La primera reivindicación de los terroristas es el derecho a la autodeterminación para el País Vasco. Creo que cualquier promesa de Zapatero para facilitar la emancipación tendría una contestación tal en toda España que impediría el desatino y le sacaría de La Moncloa en la primera oportunidad que hubiera. Además, la mayoría de los propios vascos no desea la ruptura total con España, conscientes de los riesgos que supondría para la viabilidad económica de la región, cuestión que ha sido rigurosamente demostrada por los expertos.
La segunda exigencia irrenunciable de los terroristas es que se les entregue Navarra. Esta cesión, por mucho que el presidente vea en ello un mal menor ante la posibilidad de conseguir la paz, es complicada aunque tuviera mayoría en el Parlamento de Navarra. Es cierto que Zapatero ha impuesto a su candidato en Navarra, frente al elegido por los militantes del Partido Socialista de Navarra, para tener a alguien más sumiso a sus requerimientos, pero esta nominación no es suficiente. Además, incluso si se dieran todas las condiciones para traficar con la identidad del milenario Reino de Navarra, el cumplimiento de la legalidad exige un tedioso procedimiento jurídico, que no satisfaría las pretensiones etarras. Éstos en su obcecación aspiran a un éxito absoluto y rápido.
Conviene recordar que la anexión de Navarra al País Vasco, aunque fuera dentro de España, generaría una expectativa de secesión; no es baladí que la suma de ambas regiones supone una extensión y población similares a algunas naciones europeas. Convendría que el Partido Socialista y el Partido Popular hicieran un pacto de Estado de rechazo a un posible órgano común permanente con poder sobre ambas comunidades. Éste sería el mejor blindaje de Navarra ante las pretensiones etarras al hacer inviable el primer paso de la incorporación.
Zapatero debe considerar lo que la mayoría de los medios de comunicación le demandan: la ruptura absoluta con los que están dispuestos a seguir asesinando, solicitud que implica la vuelta al eficaz Pacto Antiterrorista. Si el presidente pretende conseguir la credibilidad que requiere su cargo tiene que abandonar la tolerancia infinita que supone contemplar una posible reanudación de la tregua trampa.
Institución Futuro
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