Expansión, 31 de enero de 2004
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
No soporto ver en la prensa tanta aceptación sumisa de la fuga de empresas a otros países. Lamentarse es estéril.
No soporto ver en la prensa tanta aceptación sumisa de la fuga de empresas a otros países. Lamentarse es estéril. Hay que actuar con los dos remedios a nuestro alcance: los preventivos y los paliativos.
Siempre he tenido una cierta alergia a los profetas de desgracias, que todo su esfuerzo lo malgastan en lograr un buen análisis sin aportar solución alguna. Además, limitarse a infundir miedo perjudica la causa en cuanto que paraliza el ánimo para tomar decisiones. La marcha de España de algunas empresas tiene dos tratamientos posibles. De un lado el preventivo, en el que se ha hecho poco, y que es el más eficaz a largo plazo. De otro, en los casos en que es inevitable, el paliativo, que consiste en minimizar el daño.
¿Compensa marcharse?
Como lo demuestran algunos líderes empresariales de Estados Unidos que ya han comenzado a nadar contra esta corriente, trasladar las plantas de producción no siempre es la solución. El recorte del coste de la mano de obra es una solución a corto plazo que lleva asociado otros costes. Bill Hanson, codirector del MIT´s Leaders for Manufacturing Program, señala que uno de estos costes es el distanciamiento y alejamiento de los centros de ingeniería e innovación. Cuando se rompe la conexión y la cercanía entre los ingenieros, los generadores de ideas y la planta de producción, el liderazgo tecnológico se perjudica gravemente. Claro está que esto no se aplica a todos los sectores productivos por igual. No es lo mismo producir muebles que productos farmacéuticos.
Otro punto de vista complementario es el de Jim Womack, del Lean Enterprise Institute, quien no cree que la contratación de mano de obra barata sea una ventaja absoluta. El alejamiento de los mercados, los costes del transporte y la inestabilidad política son algunas de las limitaciones de esta práctica, pero quizá, la más importante es que esa estrategia la pueden desarrollar otras empresas, con lo cual, la ventaja comparativa basada en los bajos costes de la mano de obra, se reduce o desaparece.
Terapias preventivas.
Las regiones que intentan atraer empresas debieran detectar las genuinas razones por las que las multinacionales se implantan en España. Las razones fiscales o las subvenciones no suelen ser las más importantes, sino en todo caso es el factor decisivo cuando las condiciones requeridas para la producción las proporcionan varias regiones. En este caso, la voracidad de los negociadores para ‘atornillar’ a los políticos autonómicos correspondientes hace que los tiburones parezcan al lado suyo animalitos de compañía. La cautela de incorporar una cláusula de retorno de subvenciones, terrenos donados y tributos eximidos, si la empresa se trasladara antes de que la región amortice las prebendas, podría ser en algunos casos un elemento disuasorio para marcharse. La inclusión de esta cláusula en todas las ofertas autonómicas no perjudicaría a ninguna región que compitiera y proporcionaría una seguridad adicional.
El hecho de que nuestra mano de obra ya no sea barata implica que la competitividad debe lograrse mediante una mayor productividad. Estados Unidos es un buen ejemplo en el que la marcha de algunas empresas de mano de obra intensiva ha sido compensada con una mayor eficacia en otros sectores. Gracias a los avances tecnológicos y de innovación, los norteamericanos generan mucho mayor valor añadido que hace una década y una competitividad nacional asombrosa. Un buen ejemplo es Itron Corp, compañía que mediante mejoras constantes en la eficiencia de la producción ha conseguido que la mano de obra suponga el 8% del coste de producción, un porcentaje tan reducido que los salarios mas bajos de países como China no compensarían el traslado de la planta. También favorecería su permanencia el que las multinacionales aceptaran un socio local.
Tratamientos paliativos.
La primera recomendación es ser constructivos. Las amenazas de algunos políticos catalanes no sólo no van a impedir que las multinacionales les abandonen, sino que van a provocar que lo hagan en peores condiciones. Tampoco posturas agresivas y poco inteligentes de los sindicatos favorecen. En todo caso se consigue que la región pierda atractivo y credibilidad para posibles nuevas inversiones. Se debe lograr que la negociación de salida sea cooperativa. Es mejor asumir la drástica reducción de puestos trabajos de una actividad y poner el esfuerzo en ampliar el marco de posibles compensaciones. Posiblemente una planta se cierra porque la manufactura es inviable, pero la multinacional puede tener otros ases en la manga, como implantar un laboratorio de I+D para lograr un nuevo producto en esa ciudad. No resolverá los despidos, pero puede haber contrataciones de otros perfiles profesionales diferentes. Otra acción posible cuando la compañía ofrece trabajo en otras localidades es incentivar fuertemente los traslados. También sería deseable que parte de las indemnizaciones fueran para formar a los trabajadores en actividades para las que sea más factible encontrar trabajo. Sin duda, una negociación de cierre exige un ingenio innovador, del que no andan sobrados los políticos, los sindicatos, los funcionarios y los ejecutivos de las multinacionales. ¿Tendrá que ver esa carencia con que todos ellos son trabajadores por cuenta ajena?

Institución Futuro
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