Diario de Navarra, 6 de agosto de 2010
Ana Yerro, Responsable de Comunicación del think tank Institución Futuro
El domingo, 11 de julio, fue un día histórico para España. Nuestra selección ganaba por primera vez el Campeonato Mundial de Fútbol y los ciudadanos vibraban con el gol de la victoria, marcado por Iniesta. Este triunfo memorable permanecerá en los anales deportivos durante mucho tiempo. Al cabo de los años, seguro que seguiremos preguntándonos: “Y tú, ¿dónde estabas cuando España ganó el mundial?”.

Las celebraciones que siguieron a la victoria no tienen precedentes, según informaron todos los medios de comunicación. Más de un millón de personas se agolparon en las calles de Madrid, batido por un calor de justicia, para recibir y aclamar a los jugadores, elevados a la categoría de héroes nacionales. La jornada del 12 de julio nos dejó estampas tan pintorescas como la del presidente de Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, botando con la copa en la mano, o la de las pequeñas infantas Leonor y Sofía ataviadas con la camiseta de la selección.

Hay quien incluso se aventura a pronosticar que la victoria de La Roja traerá cierto crecimiento económico: entre un 0,3 y un 0,5 por ciento del PIB. Estas cifras pueden considerarse, cuando menos, dudosas, aunque es innegable que la victoria ha insuflado confianza en la sociedad y ha hecho olvidar, durante unos días, la crisis económica que nos viene azotando con ganas.

Me asombra, pues, la capacidad del fútbol como factor desencadenante de entusiasmo colectivo y, por tanto, su condición de elemento aglutinador de la sociedad. Encuentro positivo el hecho, pero me temo que tiene un carácter efímero y muy limitado. Y, por contraste, me produce cierto desasosiego pensar en cómo otros asuntos mucho más importantes para los ciudadanos en el día a día quedan relegados a un segundo plano.

Por ejemplo, ¿quién se acuerda de dónde se encontraba el día en que el Gobierno reconoció, después de meses de engaños, que nuestro país sí que estaba sufriendo una grave crisis económica? ¿O cuando Zapatero anunció el cheque bebé como medida electoralista antes de las elecciones? ¿O cuando el presidente notificó a la opinión pública el recorte a los funcionarios porque, después de años de gasto desorbitado, al Estado no le salían las cuentas? ¿O cuando se difundió la noticia de la subida del IVA para hacer más caja, sin tener en cuenta que quizá con esa medida lo que precisamente se consiga es frenar el consumo?

Hay numerosas fechas que, a mi entender, deberíamos tener grabadas a fuego en nuestra historia personal y colectiva: sin ser tan pomposas como la victoria en el Mundial, nos afectan muchísimo más, sobre todo al bolsillo. Salta a la vista que las cuestiones económicas no pueden compararse con el deporte, que despierta implicaciones emotivas muy distintas. Sin embargo, quizá sea hora de que la situación descrita vaya cambiando. Sería un síntoma de madurez colectiva que la sociedad en su conjunto, con actitud activa, aplaudiera cuando las cosas salgan bien y protestara cuando vayan mal saliendo a la calle, participando en los medios.

Si se gasta de manera inadecuada el dinero público, hay motivos sobrados para reaccionar. Si un político manifiestamente corrupto sale impune y sigue en su cargo, la denuncia pública es obligatoria. Si el Gobierno no parece inmutarse en exceso ante el alarmante número de parados en nuestro país, que se le haga reaccionar. En definitiva, que los Ejecutivos, nacionales y autonómicos, estén sometidos a un escrutinio permanente por parte de sus clientes, es decir, todos los españoles. Los datos sobre el bajo crecimiento económico, el cierre continuo de empresas y el desempleo carecen de glamour y, por supuesto, de carácter festivo, pero son temas que nos afectan de lleno a todos y deberían movernos al recordatorio de algunas fechas históricas y a la acción civil.

Institución Futuro
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