
Me van a permitir comparar a un gobernante con un buen médico, quien ante un paciente con una enfermedad grave, trata de buscar su mejor terapia y le da, con psicología, ánimo de lucha contra su mal. Trasladando este ejemplo a los políticos, parece claro que lo que requerimos es de líderes que nos digan sin paños calientes dónde estamos, qué nos ocurre, qué posibilidades hay para la recuperación y qué decisiones se van a tomar al respecto. Uno de los problemas más acuciantes para nuestro país es el déficit público. No hay que olvidar que somos miembros de la Unión Europea, con lo que nos vemos obligados a cumplir con el reglamento. El concepto de déficit es muy claro: gastar más de lo que se ingresa, a lo que se suma el problema de nuestro endeudamiento. Financiar nuestro endeudamiento nos cuesta más que a otros países por nuestra prima de riesgo. La solución, a corto plazo, implica incrementar los ingresos vía impuestos y reducir los gastos con criterio: saber distinguir entre los gastos que redundan en la actividad económica, los que son necesarios, o aquellos que pueden esperar a épocas de bonanza.
El desempleo es el otro problema grave, y a mi juicio el más importante y dramático. Ahí es donde no debemos engañarnos: subir los impuestos ayudará a reducir el déficit, pero no implica que se vayan a crear más puestos de trabajo. Sólo se creará empleo estable cuando el PIB español crezca sostenidamente por encima del 2,5%. Y ello sólo se puede conseguir, como bien sabemos todos, incluidos los sindicatos, aumentando LA ACTIVIDAD ECONÓMICA y haciéndolo de manera que sea competitiva. Para competir en los mercados nacional e internacional, necesitamos producir más bienes con menos costes (como son la mano de obra, las materias primas, la energía y los costes financieros). Si las empresas españolas no son capaces de vender sus productos a un precio que contemplen sus costes y un margen de beneficio que les posibilite el desarrollo de nuevos productos y las inversiones en nuevas tecnologías, cerrarán sus puertas. Las empresas necesitan, además encontrar nuevos mercados en los que poder competir. Y esto sólo es posible si hay liquidez asequible y siendo mucho más flexibles y productivas, y aquí es donde entran las medidas antipopulares: reducir los costes laborales. Estas reformas tan antipopulares hay que asumirlas con responsabilidad y sería deseable que fueran comprendidas por todos. Si no incrementamos la actividad económica, no sólo no se creará empleo, si no que se seguirá destruyendo el que tenemos.
Poco podemos hacer los ciudadanos ante determinadas frases incendiarias de nuestros mandatarios. Lo que sí está en nuestra mano es ejercer nuestro derecho al voto el 20 de noviembre con responsabilidad, y otorgar nuestra confianza a aquellos partidos constitucionalistas que puedan sacar a España del atolladero. Tomando además como ejemplo lo que se ha hecho en Navarra, donde el partido más votado ha sido apoyado por partidos incluso con una ideología opuesta, aparcando intereses políticos y anteponiendo la estabilidad y el bienestar de la Comunidad Foral a su ideología. El 20-N nuestra región tiene la oportunidad de votar a aquellos partidos que se comprometan a apoyar y sumar para salir de esta crisis. Se nos exige un gran esfuerzo de reflexión, puesto que en nuestras papeletas de voto irá adscrito nuestro sentido de Estado y de esfuerzo colectivo, en vez de la habitual ideología política.
España no puede permitirse el lujo de otros cuatro años con un Gobierno que se vea obligado a pagar los peajes impuestos por pequeños partidos bisagras y oportunistas para gobernar, ni a repetir una confrontación entre el gobierno y la oposición. Nuestro país necesita un gran pacto de estado entre todos los partidos que sea posible, con el objetivo único de recuperar la confianza, reactivar la economía y entrar en la senda de la estabilidad. Exijamos a los partidos, independientemente de sus siglas, que lleven en sus programas electorales el compromiso firme de apoyar al partido más votado. Ahora, más que nunca, necesitamos que nuestro voto sea más responsable que ideológico.