Expansión, 7 de octubre de 2006
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
Mucho se habla hoy del éxito económico de España en los últimos años. Pero, a veces, olvidamos que la prosperidad del presente debe mucho a quienes promovieron los cimientos del milagroso desarrollo español. Entre ellos ocupa un lugar de honor el sacerdote don José María Arizmendiarrieta, promotor de Mondragón Corporación Cooperativa (MCC).
Este humilde coadjutor supo transmitir al empresariado vasco y español la importancia del trabajo bien hecho y la búsqueda constante de la innovación a través del espíritu cooperativo.
Antes de exponer la peculiar cultura corporativa de este grupo empresarial, que es la clave de su éxito, ofreceré las principales cifras en millones de euros de MCC en el último ejercicio anual para valorar de qué estamos hablando. Sus ventas fueron de 11.859, su resultado consolidado de 545 y sus inversiones de 866. Ocupa la séptima posición en el ranking de empresas españolas. Hoy da trabajo a 80.700 personas en sus 191 empresas industriales, financieras y de distribución. En el extranjero posee 57 filiales productivas. También cuenta con una universidad y diez centros tecnológicos donde trabajan 615 investigadores.
Merece la pena describir el entorno histórico de cuando el presbítero llegó a Mondragón en 1944, un pueblo de 8.000 habitantes crispado por los odios de la posguerra. En la contienda, habían participado tres batallones del pueblo de tres colores distintos: nacionalista, socialista y requeté. El coadjutor, siguiendo los principios evangélicos, no sólo contribuyó a sembrar la paz y fomentar la convivencia entre sus vecinos, sino que, además, interpretó la doctrina social de la Iglesia de un modo innovador. Comenzó creando una escuela de aprendices en la que formó, entre otros, a los cuatro iniciadores de una pequeña cooperativa de electrodomésticos (Ulgor, hoy Fagor), cuya primera piedra bendijo hace cincuenta años en Mondragón. El planteamiento de don José María implicaba unir la condición de trabajador a la de socio de la empresa, algo revolucionario para la época y que costó serios disgustos e incomprensiones al cura.
Detrás del espíritu cooperativo están algunos profundos valores de la sociedad vasca, como el auzolan, una cultura que lleva a compartir sin retribución trabajos comunitarios. Él aplicó esta solidaridad a la actividad empresarial. Su consecuencia fue que, en aquellos primeros años, la relación entre el sueldo más alto y el más bajo no podía pasar de tres. Hoy, aunque se ha subido la proporción a doce, sigue siendo muy inferior a los estándares del tipo de empresas que integran MCC. Un segundo valor que impulsó don José María fue la participación de los trabajadores-socios en las decisiones de la empresa, hasta el punto de que pudieran elegir a sus dirigentes democráticamente.
También defendió la incorporación de la mujer al trabajo y una educación integral de la persona, que debe ir más allá de la adquisición de los conocimientos. Por último, temía el anquilosamiento de sus empresas, por lo que impregnó a la corporación de un espíritu de renovación permanente; opinaba que el signo de vitalidad no era durar, sino renacer y adaptarse. También dijo que “el presente, por muy espléndido que fuere, lleva implícita la huella de su caducidad en la medida que se desliga del futuro”. Si es admirable el carisma de este cura para convencer y despertar la confianza de tanta gente, lo es más su visión y clarividencia.
Probablemente, el reto al que se enfrenta la cultura solidaria que caracteriza a MCC es afrontar la pérdida de valores morales de nuestra sociedad del bienestar: el creciente individualismo, la búsqueda de una mayor autonomía personal y el deseo de asumir la mínima responsabilidad posible. La actitud de muchos jóvenes apunta hacia un trabajo estable con las mínimas preocupaciones posibles, postura que contradice el espíritu emprendedor y solidario del fundador de MCC. Quizá la respuesta moderna para fortalecer esa cultura se encuentre en el fomento la sociedad civil y en la consiguiente promoción del ejercicio activo de las libertades ciudadanas, ahora tan acosadas por los abusos de un Estado entrometido.
Institución Futuro
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