Expansión, 2 de agosto de 2003
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
Europa, y de modo especial Alemania, corren el riesgo de caer en la deflación. Estar incubando el mismo virus que el que ha paralizado la economía nipona no es el único peligro; hay otras amenazas adyacentes que están pasando desapercibidas.
Europa, y de modo especial Alemania, corren el riesgo de caer en la deflación. Estar incubando el mismo virus que el que ha paralizado la economía nipona no es el único peligro; hay otras amenazas adyacentes que están pasando desapercibidas.

Algunas voces autorizadas dicen que la política monetaria de rebajar los tipos de interés está ya agotada; que a los actuales niveles el tipo de interés es ya indiferente para tomar decisiones de inversión por parte de las empresas; que más bien puede ocurrir que se incentive el consumo vía un mayor endeudamiento de las familias y alimentar burbujas de especulación.

Por otra parte en la eurozona hay presiones para volver a las políticas tan denostadas antaño, para saltar la barrera de aumento del déficit público por encima del 3% del PIB establecida en el ‘Pacto de Estabilidad y Crecimiento’ base de una sana gestión de los recursos de cada país sin comprometer su crecimiento futuro (gastar e invertir lo que se recauda). ¿Puede ser el inicio del camino de vuelta desde los monetaristas de la Escuela de Chicago al keynesianismo?

Las consecuencias colaterales
Es sorprendente el escaso debate sobre las consecuencias colaterales de los actuales bajos tipos de interés. Crédito más barato, estupendo, pero el ajuste a la baja de los tipos de interés pasivos es inmediato. ¿Qué le pasa al que presta sus ahorros al sistema financiero? Pues lo probable es que el depositante de su ahorro en entidades financieras, fondos de inversión, planes de pensiones, etcétera, obtenga una retribución real de su ahorro negativa, si la rentabilidad que percibe por su ahorro es inferior al IPC con la consiguiente pérdida de capital real.

Si esto es ya de por sí malo para las inversiones monetarias más o menos líquidas, es una catástrofe en relación con el ahorro a muy largo plazo como es el de los planes de pensiones. Y en el tiempo presente, puede suponer un daño para la calidad de vida de tantas personas mayores que viven de sus rentas.

¿Y qué le pasa a quien intermedia entre los ahorradores y los solicitantes de préstamos? Las entidades de crédito, al disminuir la rentabilidad sus activos productivos y aunque paralelamente reduzcan el pagos a los depósitos, estrechan su margen de intermediación.

Para mantenerlo se ven obligadas a cobrar comisiones onerosas que retraen a solicitar servicios no imprescindibles. Además a ese margen hay que añadirle

el resultado de las operaciones financieras, que en estos tiempos pueden reducir el margen básico por el comportamiento negativo del mercado de capitales en las valoraciones de las carteras de los fondos de inversión, y por las dotaciones de fondos de fluctuación de valores. El resultado final es que el crecimiento de su margen ordinario puede estar por debajo del IPC.

Economía esclerotizada
Para defender su cuenta de resultados, por una parte (la importante) reducen costes de transformación y aumentan el volumen de negocio como sea; por otra, si pueden, afloran atípicos. Pero todo tiene un límite y las reservas más o menos ocultas también; de seguir con este estrechamiento de márgenes el sistema financiero sufre una lenta descapitalización real y habrá que rogar al cielo para que la morosidad no se dispare con una crisis industrial y de empleo, pues entonces la disminución de beneficios de las entidades financieras entraría en aceleración.

Todo es cuestión de tiempo, el sistema va aguantando con alguna práctica contable menos ortodoxa hasta que aquél queda gravemente dañado; esto es lo que ha ocurrido en Japón: tipos de interés bajísimos y poco a poco la economía fue perdiendo gas –hasta nuestros días– y al final, el sistema financiero quebrado y su economía esclerotizada.

Garantías para el inversor
La economía europea está anquilosada y corre un riesgo de deflación mayor que la de Estados Unidos. El Banco Central Europeo debiera arbitrar alguna medida que previniera el riesgo y generase confianza. En mi opinión Wim Diuisenberg no debe bajar más el tipo de interés y su fijación debe hacerse para períodos más largos que los actuales.

Sin duda es buena una situación de bajos tipos de interés porque presupone la estabilidad presupuestaria con una inflación controlada, y es un incentivo para la inversión productiva y el consumo, pero no estaría de más que un equipo de expertos estudié en profundidad si el establecimiento de una banda de mínimos para el tipo de interés de referencia del euro en función de tasas medias de inflación, pudiera contribuir tanto a la estabilidad del sistema como a generar la suficiente garantía que despeje riegos o abusos al inversor en pasivos o en activos.

Institución Futuro
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