El agua es un recurso vital para las regiones y desempeña un papel fundamental en el desarrollo y bienestar de las comunidades. En Navarra tenemos la suerte de contar con un gran potencial hidráulico, pero las aportaciones de agua de los ríos forales sean cuantiosas no garantiza, por sí misma satisfacer las necesidades actuales debido a una falta muy importante de regulación de los mismos.

De ahí que fuera necesario construir el Canal de Navarra, un proyecto que solo puede calificarse de éxito. Los datos que refrendan esta afirmación son abrumadores: incremento de un 20% de la superficie de riego de Navarra. Aumento del número de cultivos en regadío, al pasar de 20 a 45. Crecimiento en el sector primario de un 20%, lo que ha supuesto un incremento de los salarios de 27 millones de euros anuales. Crecimiento de los beneficios para los propietarios de tierras de más de 17 millones de euros, con el consiguiente impacto positivo en la recaudación fiscal. Podemos afirmar que el mayor rendimiento y nuevos cultivos han aumentado 6 veces los beneficios por hectárea y el impacto positivo global está por encima de los 55 millones de euros anuales. El Canal ha demostrado, además, que la colaboración público-privada funciona de manera excelente

Con toda esta información en mente, no es admisible que los máximos responsables de alguna sociedad pública del Gobierno de Navarra afirmen públicamente que no pueden posicionarse sobre este tema por no contar con todos los datos. Han tenido toda una legislatura para obtenerlos, son datos que la sociedad civil sí conoce, como los expuestos con anterioridad. Como digo, no se llega a comprender las reticencias de determinados actores, sobre todo cuando cada vez se hace más urgente terminar la ampliación de la primera fase y acometer la segunda.

 

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