Diario de Navarra, 3 de marzo de 2012
Luis Jordán, miembro del Consejo de Gobierno del think tank Institución Futuro
El pasado mes de noviembre, en Nueva York, tuvo lugar una cena organizada por la principal red de think tanks del mundo, la Atlas Network, para celebrar la caída del muro de Berlín. Entre los comensales figuró el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, quien pronunció el discurso de honor.
La faceta literaria de Vargas Llosa, en calidad sobre todo de novelista, pero también de ensayista y dramaturgo, es de todos conocida. Menos aireada ha sido, al menos en España, su condición indiscutible de ideólogo comprometido con los problemas actuales de su país natal, Perú, y con los del mundo en general.

Su posición decidida contra los regímenes antidemocráticos, manifestada también en varias de sus novelas, es una consecuencia lógica de sus esenciales principios ideológicos. Su constante defensa de las libertades económicas y políticas en numerosos países que carecen de ellas explica su presencia en la cena promovida por la Atlas Network. Al fin y al cabo, la caída del muro de Berlín supuso todo un hito simbólico y real en el avance de la democracia frente al yugo impuesto durante décadas por el régimen comunista.

El citado discurso de Vargas Llosa resulta revelador por contener agudas y directas reflexiones sobre el capitalismo, la crisis económica y financiera actual y, también, sobre la falta de moralidad de quienes no han cumplido con las debidas exigencias éticas. El tema tratado no es sencillo, ni mucho menos. Parte de la premisa de que sin libertad política y democracia es muy difícil, por no decir imposible, que exista libertad económica. Por lo tanto, el progreso material obtenido mediante restricciones en la esfera económica es arriesgado y poco estable.

Ahora bien, es al hablar sobre la actual crisis cuando Vargas Llosa resulta más incisivo. En su opinión, la crisis global que estamos sufriendo ha revelado, en su origen más profundo, una filosofía puramente egocéntrica, obsesionada con la obtención de beneficios a costa de lo que fuera y falta de escrúpulos y valores éticos. "Éste es el aspecto más serio de la crisis y el que, con toda seguridad, más se tardará en remediar", afirma.

La falta de valores éticos y morales debería analizarse con la misma seriedad que otros problemas tan graves como la deuda acumulada por numerosos países, la irresponsabilidad en la concesión de créditos y las burbujas inmobiliarias, entre otros. Y no me cabe ninguna duda de que es un error defender el sistema de libre mercado basándolo en exclusiva en términos económicos. Existe, o debería existir, una faceta moral del capitalismo que no tendría que obviarse. Mientras no se rompa ninguna ley justa, el querer llevar a cabo negocios exitosos es muy loable en términos personales y sociales. De hecho, existen en nuestro país miles de trabajadores autónomos, pymes y empresas que están dando el do de pecho para poder sacar sus negocios adelante, lo que implica generar valor para ellos y para la sociedad.

Es positivo que cualquier actitud de enriquecimiento inmoral fuera de los dictados de la ley salga a la luz, porque no debe quedar impune quien la incumple. En caso contrario, lo único que se consigue es un mayor empobrecimiento económico y aumentar la desconfianza del ciudadano en las instituciones garantes del Estado de bienestar. El capitalismo no consiste en ser tolerante, ni mucho menos, con aquellos que, movidos por un deseo de enriquecimiento, quebrantan la ley. Habrá que recordar lo obvio: quienes se saltan la ley a la torera, los corruptos, son personas concretas con nombre y apellido, no formas intangibles de entender el mundo y las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales. El dicho de "pagan justos por pecadores" podría aplicarse perfectamente en esta situación, en la que un grupo corrupto mancha el buen nombre de la mayoría.

Sin una sólida base cultural y moral, el mercado libre puede convertirse en un mecanismo implacable, feroz y egoísta. La crítica constructiva sobre qué se ha hecho mal durante esta crisis, en concreto la complacencia y tolerancia de aquellos que han incumplido las reglas del juego que la ley establece para los mercados y la libre competencia, es imprescindible. La crisis nos está exigiendo el sacar lo mejor de cada uno para salir adelante. Hagamos que la ética, la justicia y la legalidad sean también los valores que nos guíen. Sólo así conseguiremos crear una sociedad sostenible desde el punto de vista económico y tolerable desde el punto de vista social.

Institución Futuro
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