Expansión, 28 de junio de 2004
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
Los políticos debieran prescindir del “talante de agradar” y explicar una verdad dura de oír: la energía nuclear es la alternativa más ecológica y conveniente.
Los políticos debieran prescindir del “talante de agradar” y explicar una verdad dura de oír: la energía nuclear es la alternativa más ecológica y conveniente.
Nuestro bienestar económico depende de que tengamos la energía necesaria a un coste razonable. La dependencia energética de España es superior al 75%. El petróleo representa el 53% del consumo energético. Hay usos del petróleo que no pueden ser remplazados por otras fuentes. Así, el transporte depende en un 95% de los hidrocarburos. Una política energética inteligente debiera procurar reducir nuestra dependencia del petróleo. Para conseguirlo hay dos caminos: consumir menos, allí donde sea factible, y sustituir el petróleo por otras fuentes de energía.
El primer medio precisa viajar más en transporte colectivo, preferir el tren al avión, utilizar coches de menor consumo, etc. A pesar que la austeridad de nuestra sociedad es un valor en retroceso, no estaría de más una buena campaña internacional que sensibilizase contra el derroche de hidrocarburos. Es escandaloso que el consumo medio del norteamericano sea un 44% mayor que el del europeo. Estados Unidos debiera aplicar un impuesto energético para disuadir el despilfarro. Desterrar hábitos tan arraigados como el sistema de vida norteamericano requiere mucho tiempo, pero hay que empezar a dar los primeros pasos.
El segundo medio precisa una mayor diversificación de las fuentes de energía que producen electricidad. Quemar petróleo es un procedimiento desaconsejable de generación de electricidad. Lo óptimo sería disponer de energías renovables; lástima que estos recursos resulten insuficientes para atender la demanda. En los últimos seis años el consumo neto de energía eléctrica en España ha experimentado un incremento del 31%. Nos guste o no, hay que plantearse una mayor producción de energía nuclear. Las centrales nucleares españolas han producido el 23% de la producción eléctrica total, mientras que las de la Unión Europea producen un 33%. Dado que el kilowatio nuclear tiene un precio más económico y estable que el proveniente del petróleo, la competitividad nacional resulta perjudicada respecto a la europea por la imputación del coste energético en nuestras manufacturas.
La incertidumbre del precio del petróleo es un grave riesgo para nuestra economía. Se dice que la especulación es la causante de diez de los dólares que pagamos por cada barril. La capacidad ociosa en la producción de petróleo es la mas baja de nuestra historia. La gran inestabilidad política de algunos países productores de petróleo ha provocado riesgos para la producción del oro negro. Venezuela vive una convulsión por su presidente. Arabia Saudita, Irán e Irak tienen ataques terroristas. Nigeria vive envuelta en una guerra que apenas aparece en los medios de comunicación. De otro lado la industrialización de China ha hecho crecer enormemente su demanda de crudo.
Loyola de Palacio indicó hace un año la necesidad de aumentar la potencia nuclear. Sin embargo la mayoría de los políticos no son proclives a perjudicarse electoralmente. Apostar por este tipo de energía hace perder votos. Nuestros dirigentes prefieren ceder antes que arriesgarse a una medida que exige un gran esfuerzo para explicarlo a la sociedad. Todas las fuentes de energía tienen inconvenientes: a nadie le agrada vivir debajo de la presa de una central hidroeléctrica que puede derrumbarse, ni cerca de una planta de biomasa aunque le paguen el desodorante, ni en las inmediaciones de un parque eólico (ya hay alguna torre que se ha derrumbado), ni próximo a una central de ciclo combinado de gas cuyo gaseoducto de suministro puede estallar.
Aunque el riesgo cero no existe, vivir en una comarca donde hay una central nuclear no encierra peligros. Se puede demostrar estadísticamente que hay más riesgo en algunas de las anteriores variedades de producir energía. Conviene recordar que una de las ventajas de la energía nuclear es que no produce dióxido de carbono. A este respecto el científico James Lovelock, afirma en su libro “Las edades de Gaia” que la energía nuclear es la más ecológica. El auténtico problema de una central nuclear moderna y bien gestionada no es el riesgo de un escape radioactivo, sino la imposibilidad de eliminar los residuos de alta actividad. De momento las técnicas para conservar ese material son muy seguras y no deberíamos tener temor alguno, pero el miedo es libre, y el ecologismo radical es un maestro en su arte de alarmar al ciudadano no experto.
El calentamiento global y la subida del nivel del mar representa un problema del que Estados Unidos, Rusia y China no quieren saber nada. No es justo que el Protocolo de Kioto no lo cumplan los países que más contaminan. Aparte, violar esa disposición internacional les permite el ahorro de costes energéticos de sus productos. Nadie desea volver al Paleolítico Superior y renunciar al confort que disfrutamos. La energía nuclear (de fisión) es una alternativa que puede permitirnos esperar a las centrales de fusión nuclear.
Institución Futuro
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