Expansión, 18 de enero de 2008
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
¿Puede haber una alianza de ideas que aglutine posturas contradictorias? ¿Se puede conciliar una posición que respeta los derechos humanos y otra que claramente los vulnera?Pondré un ejemplo: ¿cómo una civilización que admite la ablación del clítoris en las adolescentes, la poligamia y el burka puede ponerse de acuerdo en la condición de la mujer, con otra cultura en la que el varón y la mujer tienen los mismos derechos?
Otra incongruencia manifiesta es que, así como el mundo occidental responde a unos mismos patrones de comportamiento, el mundo musulmán está profundamente dividido y enfrentado, tal como lo prueba la sangrienta guerra entre chiítas y suníes. Intentar que occidentales se pongan de acuerdo con facciones irreconciliables parece una misión imposible, pero Zapatero insiste en conseguirlo.

¿Por qué se ha metido en semejante embrollo? Sin duda una explicación puede ser su antinorteamericanismo, pero quizá hay otra, dada la fecha en la que ha montado el sarao: intentar prestigiarse ante los comicios con la cumbre internacional en Madrid. Lo que pensamos la mayoría de los españoles de este fasto es que no todo vale para hacer marketing electoral, y menos si la factura no la paga el promocionado, sino los ciudadanos.

La Alianza de Civilizaciones (AC) que ha montado Zapatero, y que constituye el buque insignia de su política exterior, es el mayor fiasco que ha cosechado nuestra diplomacia. Si repasan la prensa internacional verán que no se ha hecho eco de esta cumbre. Desafortunadamente, el fracaso que supone que las máximas ‘personalidades’ de la AC sean mandatarios de países de tercer orden conlleva que el deterioro de la ya pobre imagen de España haya aumentado.

Nuestro presidente es muy poco escuchado porque tiene un nulo prestigio internacional. La relación que mantenía España con los grandes países en la época de Aznar se ha visto muy perjudicada desde que Zapatero está en La Moncloa. En EEUU Bush no se ha dignado a recibirle y, respecto a los países europeos importantes, es una obviedad que no cuentan con España, tal como prueba que Zapatero no sea invitado a las cumbres restringidas en que participan Alemania, Francia, Reino Unido e Italia.

¿Cómo puede creer el presidente que lo que estadistas relevantes de los países más serios y poderosos no han podido conseguir, él lo va a lograr con unas emotivas sesiones con personajes poco significativos? ¿No percibe nuestro presidente que lo que pretende Turquía, único país grande, y además pobre, que se ha vinculado, es favorecer su ingreso en la Unión Europea, deseo al que Sarkozy se opone radicalmente?

En el fondo del debate de la AC está la dificultad de compatibilizar una Civilización Occidental, en cuya raíz están unos principios cristianos, la libertad está presente y hay un respeto a los que piensan distinto, con otra cultura en la que la religión, en lugar de realizar a la persona, la esclaviza de acuerdo a unas normas rígidas, llegando incluso al extremo de propiciar la inmolación de sus fieles en ataques suicidas.

Si algún sentido debiera tener la AC es fomentar la libertad religiosa. No se comprende cómo en el siglo XXI asistir a un acto religioso en algunos países musulmanes puede costar la cárcel. Hoy centenares de miles de cristianos autóctonos se ven obligados a emigrar de los países con un islamismo radical. El caso más dramático es Irak, donde se ha pasado del millón y medio de cristianos que había antes de la guerra de 2003 a medio millón. Otro caso grave es Sudán, donde la guerra civil desencadenada por el régimen islámico de Jartum se ha cobrado miles de víctimas cristianas y animistas.

Lo justo sería exigir a los países musulmanes una reciprocidad y que exhibieran la misma tolerancia frente a las otras religiones que la que todo occidente observa con el Islam. No estaría de más que cuando se erige una nueva mezquita se consiguiera el permiso para abrir una iglesia cristiana en algún país musulmán de los que restringen la libertad de culto. Para acabar, reproduciré un testimonio atribuido a Tony Blair cuando fue preguntado acerca de la Alianza de Civilizaciones. El premier respondió “lo que de verdad necesitamos es una alianza de civilizados”.

Institución Futuro
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