Expansión, 1 de abril de 2006
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
¿Pasaremos a ser un Estado confederal como precio por la paz que nos ofrece ETA? Probablemente estamos viviendo una etapa crucial en nuestra breve historia democrática sin que los ciudadanos lo advirtamos. Cuando Aznar pactó con CiU en su primer gobierno, los catalanes obtuvieron algunas ventajas económicas pero muy pocas cesiones de autogobierno.
La diferencia entre dar dinero y conceder competencias es que lo primero es un hecho reversible y lo segundo es una entrega permanente que, con toda probabilidad, abrirá camino a posteriores transferencias.
Todos deseamos que el terrorismo termine, pero conviene que valoremos con cuidado qué se puede ceder y, sobre todo, qué consecuencias tendrá en el largo plazo. Por ejemplo, la necesidad de un éxito rápido en la consecución de la paz para resolver una transitoria pérdida de imagen del presidente puede tener un coste estructural de nuevas trasferencias, tan grave como definitivo.
En este sentido, es probable que Rubalcaba maneje sutilmente los tiempos para que los pequeños éxitos de los trueques con ETA se alcancen en los momentos de mayor rentabilidad electoral.
El riesgo es que se ceda al chantaje y se admita que el País Vasco obtenga el estatus de nación confederada con el Estado español. Conviene advertir que, en una confederación, la soberanía radica en cada territorio, y el ente central ejerce el poder que los miembros adheridos le quieran otorgar, así como una función de coordinación.
El precio que puede cobrar ETA exigirá la elevación de las transferencias del País Vasco, lo que tendrá a medio plazo el efecto rebote de subir las del resto de las comunidades. Aun cuando se disfrace de singularidad histórica, las regiones no se van a conformar con repartos distintos de las competencias que imputen el mismo coste global al Estado, sino que lucharán por obtener el máximo en todos los apartados. De ahí que si la Comunidad Vasca se convierte en un país confederado, las demás regiones lo conseguirán en pocos años.
Aunque a Europa le agrade el fin del terrorismo, no parece que vea con buenos ojos la exacerbación del nacionalismo. Varios miembros de la UE temen que el País Vasco se transforme de facto en un país independiente, pues este modelo sería reivindicado en breve por Irlanda del Norte, Bretaña, Córcega y el norte de Italia.
¿Qué secuelas tiene una cesión excesiva de autogobierno? En primer lugar, cuando las competencias de las regiones aumentan, el Estado recibe menos dinero para administrar y, en consecuencia, tiene menos margen de maniobra para la solidaridad entre los territorios.
Por tanto, existe el riesgo de que aumente la distancia en los ratios económicos entre las comunidades más ricas y las más pobres.
Un segundo efecto es la pérdida de competitividad provocada por la fractura del mercado nacional. Ocurre cuando cada Gobierno autonómico se cree más listo que los demás y, para exhibir su hecho diferencial, inventa un sistema económico incompatible con el del resto del Estado. En el contexto globalizado en que vivimos, la pérdida de masa crítica es un gran perjuicio que agrava la productividad de la propia región.
En tercer lugar, la ciencia de administrarse con eficacia y rentabilidad económica no se improvisa. Navarra lo hace bien porque lleva siglos haciéndolo. La pega es que este modelo no es fácilmente transportable, como lo demuestra la despilfarradora gestión pública de algunas regiones.
No me cabe la menor duda de que el intervencionista Estatuto catalán no favorece la prosperidad derivada de la libertad mercantil.
Probablemente, el modelo que van a reivindicar los vascos adolezca de los mismos inconvenientes. De ahí que todo nacionalista se debería preguntar el nivel de riesgo de bienestar que está dispuesto a asumir para el logro de una mayor independencia de su región.
No sólo debe ser valorada la posible inseguridad económica, sino también el fastidio de una mayor burocracia. La negociación de la paz tiene un peligro: que prime más el sentimiento nacionalista que la racionalidad económica.
Institución Futuro
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