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Aunque me puedan acusar de hacer autopublicidad, creo que a todos los navarros les interesaría leer el documento sobre competitividad que acaba de publicar Institución Futuro. Ya que a todos los navarros nos interesa que nuestra región sea lo más competitiva posible. Entendiendo por competitividad la capacidad de una región para atraer a personas y empresas ofreciendo un entorno atractivo en el corto y largo plazo. Cuanto más atractivos seamos como región, mejor nos irá en lo económico y en lo social, porque si conseguimos que vengan más empresas y crezcan las ya establecidas en nuestra tierra, se crearán puestos de trabajo. Y cuanto más sofisticadas sean esas empresas, empleen más tecnología y sean más innovadoras, los empleos que generen estarán mejor retribuidos.

Por eso es importante saber en qué condiciones estamos ahora mismo. Lamentablemente, la situación no es buena. La Comisión Europea ha calificado la competitividad global de Navarra con la nota de 96,4. Una cifra que nos coloca por debajo de la media de las regiones de la Unión Europea y que nos sitúa en el puesto 117 de 234 regiones europeas, muy alejados de las regiones líderes, con puntuaciones superiores a 140. Y lo que es peor: nuestra competitividad es la misma que el estudio de la UE de 2016.

Y ya se sabe que lo que no va para delante se estanca. La consecuencia inmediata es más paro y menos renta. El PIB per cápita es el mejor indicador de la renta disponible por los navarros y permite compararnos con otras regiones españolas y europeas. Pues bien, en 2022, con una cifra de 31.000 euros, estaba al mismo nivel que en 2018. De hecho, el año pasado este indicador se encontraba por debajo de la media de la UE27 y muy alejado de los 112.000 euros de PIB per cápita de Luxemburgo o los casi 85.000 euros de Irlanda.

Además, merece la pena destacar, por si alguien se le olvida, que todos los países sufrimos la pandemia. Que a todos nos está afectando la guerra de Ucrania, la falta de suministros, la subida de los costes energéticos… Todas las regiones europeas estamos capeando las mismas crisis; la diferencia es cómo las están gestionando unas y otras. Navarra, por ejemplo, no ha recuperado la tasa de desempleo previa a la covid-19, como sí lo han hecho el País Vasco, La Rioja, Aragón… De hecho, hace años Navarra gozaba de pleno empleo: prácticamente todas las personas que deseaban trabajar lo hacían. No como ahora, que con una tasa de paro del 12,1% somos la novena región española con más paro, acercándonos peligrosamente a la vergonzosa media nacional del 13,3%, la más alta de toda la Unión Europea.

La deuda pública per cápita es otro indicador que hay que conocer. Aunque con ligeros descensos en esta legislatura, a día de hoy cuadriplica a la que marcamos hace veinte años. Es un signo inequívoco de que el Gobierno de Navarra sigue inmerso en una espiral de gasto excesivo. Por desgracia, la época de austeridad nos atropellará cuando tengamos que renovar la deuda a unos tipos de interés más elevados. Será entonces, por las malas, cuando haya que apretarse el cinturón y ser más estrictos con el gasto público.

Si por algo Navarra se salva de tener unos indicadores todavía peores, es por el gran peso que tradicionalmente la industria tiene en la economía y que se ha mantenido a lo largo de los años. La transformación que sufrió la Comunidad foral a manos de Félix Huarte, Miguel Javier Urmeneta y otros tantos, al pasar de eminentemente agrícola a industrial, no puede minusvalorarse. Aprender de nuestros éxitos históricos sería lo lógico y no hacer la política económica contraria por motivos ideológicos.

Navarra ha utilizado en los últimos años su autonomía fiscal para hacer a la región menos atractiva a la inversión empresarial y a la creación de riqueza y empleo. El argumento que constantemente se emplea para justificar las continuas subidas de es que resulta necesario recaudar más para mantener nuestro estado de bienestar. Pero eso no es verdad. Lo que hay que hacer es gastar mejor, con más eficiencia y menos burocracia. Hay ejemplos, como la gestión de la atención primaria que claman al cielo, y que demuestran que para que el estado de bienestar funcione, no solo es cuestión de gastar dinero, sino de gastarlo bien. La actual fiscalidad desincentiva la competitividad de nuestra región, es como pegarse un tiro en el pié antes de empezar a competir.

Qué decir de nuestras infraestructuras, que un día fueron el orgullo de los navarros. Son el resultado de la falta de un plan a largo plazo, que trascienda a una legislatura, que implique el apoyo de todos los partidos políticos, y que cuente con la necesaria colaboración y compromiso del Gobierno de España. El TAV, el Canal de Navarra… infraestructuras necesarias pero que no han contado con el empuje necesario.

En síntesis, éste es el legado económico que nos dejan, una Navarra menos competitiva, y si no somos competitivos el crecimiento económico será menor. Si no se produce un cambio radical en las políticas públicas que nos han traído hasta aquí y nos dan más de lo mismo, mucho me temo que cuando nos reunamos dentro de tres años a analizar los nuevos datos de competitividad constataremos que somos más pobres. Nos preguntaremos, además, que fue del plan Reactivar Navarra, y como desperdiciamos la oportunidad que suponía el uso de los cuantiosos Fondos Europeos. Ojalá me equivoque.

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