Diario de Navarra, 20 de abril de 2015
Emilio Huerta, miembro de Institución Futuro

Recientemente Diario de Navarra utilizando una clasificación de las universidades según sus resultados, destacaba que nuestra comunidad es la segunda española con mejores datos en productividad de los servicios universitarios, según la edición del U. Ránking 2015 elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la Fundación BBVA. Es una noticia positiva pero insuficiente.

El modelo productivo surgido de la crisis no se diferencia sustancialmente del que nos metió en ella. Tenemos una estructura productiva de baja productividad, hay mucha gente que no trabaja y los que lo hacen trabajan mucho pero no se aprovecha todo su potencial. Nuestra economía no está generando actividades de alto crecimiento y empleo cualificado que resisten mejor la competencia global. Por el contrario, las economías más avanzadas y las empresas excelentes utilizan el conocimiento para explorar nuevos productos, explotar sus capacidades y así establecer posiciones difíciles de imitar por la competencia. Sólo el conocimiento que se incorpora permanentemente a los productos a través del diseño, servicio, tecnología y calidad para que los consumidores aumenten su disposición a pagar, mejora la productividad y la competitividad empresarial.

Las empresas excelentes usan más intensivamente el conocimiento para evitar costes excesivos y diferenciarse. Pero muchas de nuestras pequeñas y medianas empresas tienen una reducida capacidad para generar nuevas ideas y aprovecharlas en forma de nuevos productos de mayor calidad. Por eso algunas empresas emblemáticas de nuestro entorno industrial desaparecen o se marchan. Mejorar el uso del conocimiento por las empresas para aumentar la productividad constituye un enorme desafío si queremos superar la crisis.

Nuestras debilidades para incorporar más conocimiento en los procesos productivos y en los productos están tanto en el lado de la oferta, cómo se genera éste, como en la demanda, qué requieren las empresas y las instituciones. En la oferta porque las universidades hacen mejor investigación básica que innovación y trasferencia de tecnología. No tenemos universidades compitiendo por la excelencia entre las mejores del mundo. El conocimiento de los universitarios se deteriora y su aportación se devalúa por la insuficiencia que tienen de capacidades y competencias para aplicarlo. La inversión pública y privada en ID lleva reduciéndose desde 2008. Además la oferta mayoritariamente financiada con recursos públicos, es poco sensible a las necesidades de las instituciones y empresas.

Hay un frágil encaje y serios desajustes entre lo que ofrece la formación reglada y lo que requieren las empresas. Hay también problemas en la demanda, porque las empresas españolas invierten muy poco e incorporan una insuficiente dotación de recursos intangibles, conocimiento e información, a sus procesos y productos. La baja intensidad innovadora de muchas empresas, sobre todo pequeñas y medianas, constituye un obstáculo que les impide competir mediante la diferenciación.

La fragmentación del tejido empresarial, la limitada cualificación de muchos empresarios, el deficiente funcionamiento del gobierno empresarial debilita la capacidad para incorporar, empleo cualificado; capital humano, mejores diseños internos; capital organizativo y nuevas ideas; capital tecnológico que refuercen la productividad empresarial.
El cambio de modelo productivo, del que tanto se habla y nadie dice cómo se hace, sigue sin aparecer. Las economías no tienen vida propia sino que evolucionan a partir de los estímulos que definen sus reglas, normas, valores e instituciones. Sin diseños inteligentes de los organismos de investigación y ciencia, sin un buen funcionamiento de las universidades y sin una mejora de la enseñanza profesional no recorreremos un largo camino.

La modernización del tejido productivo requiere actuar sobre las dos vertientes del problema. Hay que mejorar la calidad de los factores que aportan conocimiento; universidades, centros docentes, de investigación y tecnológicos y hay que remover los obstáculos que limitan el tejido industrial para que utilice con más eficacia el conocimiento generado.
En definitiva, hay que construir un entorno para la innovación que sea un diamante, valioso y singular que genere, difunda y aproveche el conocimiento. Sólo así empezaremos a construir sobre bases serias y menos retórica, un programa de modernización del tejido productivo.

 

Institución Futuro
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