Para hacer plenamente consciente al ciudadano de los impuestos que paga, Institución Futuro, con el patrocinio de Diario de Navarra, celebró el pasado día 5 de junio el “Día del Contribuyente”, una experiencia pionera en España, que emula lo que hacen otros think tanks en los países con una sociedad civil activa, como Reino Unido, Estados Unidos o Canadá. Se trata de dar a conocer al contribuyente el día del año en que acaba de pagar sus impuestos, en el supuesto que desde el uno de enero todas sus retribuciones hubieran sido destinadas a Hacienda. Para ese fin se ha puesto en Internet una calculadora exclusiva para Navarra, www.diadelcontribuyente.org que, mediante la introducción de los datos fiscales personales, estima el día aproximado del año en que cada ciudadano termina de pagar sus impuestos y comienza a trabajar exclusivamente para sus propias necesidades.
Conocer esa fecha estimula la responsabilidad ciudadana en un doble sentido. En primer lugar, para ser prudente en la demanda de servicios públicos gratuitos. Hay que ser conscientes de que no hay nada gratis y que cada nueva prestación va a salir de nuestro bolsillo, consumamos o no la prestación. En segundo lugar, ese dato sirve para ser más reivindicativo a la hora de exigir a nuestros políticos tanto la austeridad en el gasto no productivo, ese en el que el capital empleado no produce bien ni retorno alguno, como la eficiencia en la rentabilidad de las inversiones públicas, por ejemplo las infraestructuras.
Recuerdo una sentencia de uno de mis profesores de economía: “a coste cero, demanda infinita”. De ahí que resulte una verdad, tan dura como indiscutible, que el “gratis total” de muchos servicios públicos favorece un consumo innecesario. Hay muchas personas que no valoran el coste de los servicios, y los usan desmesuradamente porque no se percatan que esos abusos se traducen en una mayor presión impositiva. Conocer el día que dejamos de pagar impuestos debiera servir también para introducir algún sistema en que el uso de los servicios públicos estuviera asociado a la información de lo que supone el coste real. El otro procedimiento para ser consciente de lo que nos cuesta el Estado de Bienestar es un copago en el área sanitaria por parte del que utiliza el servicio. Esto no disminuiría apenas el presupuesto de nuestra Sanidad, pero al menos reduciría la presión asistencial a la que se ven sometidos los médicos. Otro ejemplo es el estudiante de un centro público quien, como su matrícula es muy reducida, no es consciente del dinero que supone para los que pagan impuestos que él repita curso.
El hecho de que el navarro medio trabaje casi un tercio del año para cumplir con el fisco, exactamente hasta el 26 de abril, debiera servir para que nuestros políticos fueran más competentes en la administración de un dinero que no es suyo. Ojalá el espíritu solidario que los navarros demostramos en tantas actividades beneméritas lo ejerciéramos también para hacer un uso más moderado de los servicios públicos, ahorro que representaría un menor gasto público, y por consiguiente, que la Hacienda foral pudiera bajar los impuestos.