Diario de Navarra, 28 de julio de 2013
Emilio Huerta, miembro de Institución Futuro

La recuperación del empleo y la actividad en la economía española y navarra dependen del dinamismo del sector empresarial. La exportación está mitigando los efectos negativos sobre la actividad de una demanda interna contractiva pero la recuperación del empleo requiere de cambios significativos en la competitividad y capacidad de crecimiento de nuestro tejido empresarial.

La reforma de los mercados de trabajo, financieros y energéticos, el redimensionamiento del sector público, cambios en la fiscalidad y el replanteamiento de la política de ayudas públicas, se repiten entre las reformas imprescindibles para impulsar el crecimiento. Sin embargo, la propiedad, organización y estrategias de las empresas tienen suficiente influencia sobre el funcionamiento de los mercados como para condicionar los resultados finales de esas transformaciones. Por eso, las piezas del rompecabezas reformista al que se enfrenta la sociedad española no estarán completas sin una radiografía de sus empresas. ¿Qué características presentan las empresas españolas? La economía española no muestra niveles de actividad emprendedora inferiores a los del resto de economías de su entorno, pero el emprendimiento en sectores de más intensidad tecnológica es menor. Las comparaciones internacionales explican la menor productividad media del colectivo empresarial español con respecto a otros países de la UE por dos motivos: porque la productividad media de las empresas españolas es menor dentro de cada clase de tamaño, y sobre todo, porque en España predominan las empresas de menor dimensión.
Un número sustancial de empresas españolas ha optado por la especialización buscando su nicho en la cadena de valor industrial. Sin embargo, las empresas españolas han quedado ubicadas en los escalones de menor valor añadido de la cadena productiva, resultando así dependientes de empresas líderes de otros países, como Alemania o Estados Unidos.
Cuando se examina la internacionalización de las empresas, se comprueba que está dominada por la exportación y, en menor medida por la inversión directa. El grupo de multinacionales españolas que han conseguido reconocimiento internacional es notable, pero las españolas tienen menor presencia en países emergentes. Por otro lado, el reconocimiento de las marcas españolas en los mercados globales es limitado.
Las evidencias sobre las dotaciones de recursos humanos, técnicos, organizativos, tecnológicos y comerciales de las empresas españolas, dentro de una gran heterogeneidad, están en línea con las dificultades que presentan las empresas para asentarse en los mercados y abordar procesos de crecimiento más ambiciosos. La innovación tecnológica y organizativa ocurre de forma sistemática en un número reducido de empresas. El modelo dominante de organización es el jerárquico y hay una notable desconsideración hacia los recursos humanos en muchas empresas. El compromiso con la formación es bajo y los sistemas de incentivos para los empleados se fundamentan en el salario fijo.
Y qué razones justifican esta situación. Las empresas son como son por las decisiones de quienes tienen la máxima responsabilidad en ellas; sus propietarios y directivos. Resulta, por tanto, inevitable vincular, por un lado, los mecanismos de acceso a la función de empresario, los sistemas de gobierno corporativo y las prácticas de dirección, con las características y resultados que obtienen las empresas. En este sentido resulta contrario a lo esperado que la educación formal no sea determinante de la probabilidad de formar parte del colectivo de empresarios con asalariados en España, aunque sí lo es la experiencia.
En definitiva, la economía española y navarra ha hecho avances y se ha modernizado en estos años. Pero esta crisis está poniendo de manifiesto la fragilidad del tejido empresarial que se demuestra incapaz de impedir el retroceso en el bienestar de amplios colectivos de personas. Cuando España busca sentar unas bases más sólidas de su crecimiento, resulta necesario vincular la mejora de la competitividad con un capital emprendedor y directivo en las empresas que priorice la tecnología, la organización y las personas mediante sistemas de gestión más descentralizados, participativos y flexibles.
El desafío no es fácil ni sencillo pero su relevancia está fuera de dudas. Cuanto antes lo abordemos, antes avanzaremos en la resolución de los problemas detectados.

Institución Futuro
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