
Las reformas económicas e institucionales y de las estrategias puestas en marcha por los agentes privados y públicos deben tener como objetivo un desarrollo inteligente. ¿Cómo lograrlo? Combinando tres elementos: 1) Un crecimiento apoyado en factores productivos de calidad —en especial el capital humano y tecnológico— y mejoras continuas de la productividad de las organizaciones; 2) Unas políticas atentas a la igualdad de oportunidades en el acceso al trabajo y los servicios públicos básicos; y 3) Una preocupación por lograr mejoras de bienestar para las generaciones presentes sin impactos sobre el medio ambiente que pongan en riesgo el bienestar de las generaciones futuras.