Ante esa situación Zapatero puede ponerse la venda en los ojos y continuar su populista postura de aumentar las prestaciones gratuitas, sin base económica para hacerlo. Un ejemplo es la inminente Ley de Dependencia, que es tan costosa que puede consumir las cotizaciones que hemos aportado para la pensión de jubilación. La otra alternativa del Presidente es comenzar a construir país y demostrar que es capaz de acometer políticas eficaces en una materia que, aunque pudiera parecer poco electoralista, en realidad puede ayudarle a recuperar los votos perdidos por sus incomprensibles improvisaciones e incoherencias en tantos temas de Estado.
Zapatero tiene la gran oportunidad de desmarcarse del populismo en la imperiosa necesidad de paliar el desmesurado déficit sanitario. Así, podría mostrar que es capaz de hacer un ejercicio de responsabilidad política implantando el copago en las prestaciones públicas, asunto en el que el Partido Popular debería ser solidario si desea mantener en alza su credibilidad.
Cuando Felipe González accedió al poder se encontró con la ineludible obligación de emprender la reconversión industrial. Era consciente de las resistencias que iba a encontrar en su propio partido (en cuyas siglas figura la palabra obrero) y en la oposición sindical. Pero cumplió con su deber y hoy todos se lo agradecemos, pues contribuyó a hacer factible un alto porcentaje de puestos de trabajo, insostenible sin las duras medidas que tuvo que tomar. Zapatero tiene en la reconversión de González el modelo de actuación que puede resultar clave para exhibir una sensatez que ha sido muy cuestionada últimamente.
Nadie duda hoy de que en España convendría que los beneficiarios de los servicios públicos cooperaran en su coste. Países más avanzados en la protección social, como Suecia, ya han comenzado a hacerlo. Esta medida no es el remedio al desaforado gasto social, pero racionaliza el uso de las prestaciones en cuanto que disuade de los abusos que se perciben. El gratis total mueve al consumo injustificado y a que baje la calidad de los servicios dispensados.
El terreno más sensible es la atención sanitaria. El abono de un par de euros en cada visita al médico de atención primaria racionalizaría la demanda y permitiría una mejor atención a las personas que de verdad lo requieren. Diez euros en cada ocasión que se acude al Servicio de Urgencias de un Hospital frenaría la corruptela de evitar la lista de espera y ayudaría a que fueran mejor atendidas las auténticas urgencias. Un simple diez por ciento de abono de los fármacos por parte de los pensionistas, muchos de ellos en una situación económica desahogada, reduciría el despilfarro de las toneladas de medicamentos que caducan en los botiquines de tantos ancianos. Teniendo en cuenta las declaraciones a Hacienda, este copago no debería imponerse a las personas de menos recursos y a los enfermos crónicos que requieran revisiones frecuentes. También convendría aplicarlo con una metodología de cobro anual para reducir el coste de la recaudación.
Zapatero puede frenar el descenso en la intención de voto al Partido Socialista si adopta la postura de la responsabilidad y hace un servicio al Estado que resulta improbable que se atreviera a hacerlo el Partido Popular. Con medidas claras, bien explicadas a la ciudadanía, el Presidente conseguiría prestigio y colectaría más votos desde el centro que los que perdería por su izquierda. Además, este impactante asunto reclamaría la atención ciudadana y le serviría a Zapatero para atreverse a romper la que ya se puede considerar fracasada negociación con ETA.