En este escenario lleno de paradojas y oportunidades, la puesta en marcha del Plan Internacional de Navarra es una buena noticia. Uno de los objetivos de la propuesta quiere facilitar a las empresas la internacionalización de sus actividades. Se van a poner en marcha iniciativas que ayuden a las empresas navarras a competir en el mundo. Hay razones sobradas para justificar este programa.
La única contrapartida a la intensa desaceleración que está sufriendo el consumo y la demanda interna española es que está obligando a las empresas a tratar de vender más en el exterior. Es necesario diversificar los mercados donde las empresas navarras actúan, hay que buscar urgentemente nuevos nichos donde nuestros productos puedan ser reconocidos. Así podremos compensar la ralentización del consumo interno porque mientras nosotros entramos en recesión, otros países van a disfrutar de tasas de crecimiento positivas. Las empresas grandes y las multinacionales tienen en Navarra un excelente conocimiento y una amplia trayectoria de actuación en los mercados exteriores, pero las pequeñas y medianas deben ser mucho más activas. Pero la situación no es fácil. Hemos perdido competividad, en un año un 3% frente a los países de la OCDE. En tiempos de crisis de la economía real, los países tratan de posicionarse bien en el escenario internacional, pero en España, nuestro diferencial de inflación y la apreciación del euro, nos ha situado en una senda descendente de competitividad internacional. Además, el núcleo fundamental de nuestras exportaciones se dirige a países como Alemania, Francia Inglaterra e Italia, que están también entrando en recesión.
Para las empresas, competir en el mundo y ser más competitivas son las dos caras de una misma moneda. Aquellas empresas con ventajas competitivas pueden actuar en mercados donde la competencia es intensa y los clientes exigentes, como son muchos mercados internacionales, y por otro lado, la internacionalización permite conocer mejor a los clientes, entender y observar buenas prácticas en nuestros competidores, en definitiva, ofrece información y refuerza la posición competitiva de las empresas.
Por todo ello el Plan presentado apunta en la dirección correcta. Son las empresas las que tienen que asumir esto y marcar la estrategia adecuada para diversificar mercados e internacionalizar sus actividades; pero las señales que el gobierno establece, los incentivos que ofrece y el capital público que ayuda a construir (educación, conocimiento de idiomas, una sociedad más abierta y curiosa) son fundamentales para el éxito.
Más ambiguo resulta entender cómo se van a desarrollar los planes y programas de actuación. Hay algunas sombras sobre la ejecución de las acciones previstas. Hasta ahora, para ayudar a fortalecer la propensión exportadora de nuestras empresas muchas instituciones han estado implicadas, la Cámara Navarra, el Cein, los departamentos de Innovación, Economía, Presidencia y Educación del Gobierno. No resultará sencillo coordinar todo eso, por ello la creación de una única Agencia o sociedad en donde participe el gobierno, las principales empresas con tradición exportadora en Navarra, así como las otras instituciones que tienen conocimiento y experiencia en esos campos, puede ser un diseño institucional más útil y provechoso que el actual. Las ventajas de esta propuesta serían claramente reconocibles: un único interlocutor para las empresas, una instancia que visualice el esfuerzo público y privado que se hace y una mano visible que coordine con eficacia y plena responsabilidad los distintos ejes de actuación.
Porque nos jugamos mucho, necesitamos no sólo de una estrategia pública que esté bien orientada y marque unas metas precisas y ambiciosas, sino también de instrumentos para implementarla con eficacia. Competir en el mundo ya no es una opción más para las empresas, es simplemente el camino que hay que recorrer para tener una economía sólida y funcionando.