Diario de Navarra, 10 de mayo de 2009
Javier Troyas, Presidente de Institución Futuro
El 21 de abril, el Gobierno de Navarra dio el pistoletazo de salida, un año más, a la campaña de la renta. Querámoslo o no, los navarros disponemos de dos meses para cumplir con la obligación y con el compromiso social de presentar nuestras cuentas a la Hacienda Foral con el fin de que ésta ajuste lo que ya hemos pagado en impuestos durante el ejercicio de 2008.

Estos días el comentario generalizado en los corrillos de familiares, amigos y compañeros de trabajo consiste en averiguar cuanto antes si la declaración de la renta saldrá "a pagar" o "a devolver". Una preocupación más que lícita puesto que resulta muy trabajoso ganar el jornal, y mucho más aún en los tiempos que corren. Sin embargo, la sensación de que Hacienda nos pueda devolver dinero a mediados de año carece de fundamento. Si nos reembolsa cierta cantidad se debe a que previamente nos la ha retenido a cuenta mes a mes. Otro aspecto poco atendido por la mayoría de los ciudadanos es la reflexión sobre el número y cuantía de los impuestos pagados a lo largo del año, que no se limitan, ni mucho menos, a la declaración de la renta de las personas físicas. También hay que contar con otros de carácter indirecto como el IVA, impuestos especiales etc. Pocos ciudadanos pueden cuantificar con exactitud sus aportaciones al erario público. De hecho la mayoría acude en estas fechas primaverales a su entidad bancaria con la documentación solicitada y confía en que el empleado de turno haga el mejor de los trabajos con su declaración.

Anclada en una tradición histórica muy española, la carencia social de cultura económica y, lo que es aún peor, los prejuicios sobre la materia, suponen un fenómeno preocupante. Sin ir más lejos, el mundo empresarial y económico se ve a veces denostado por quienes creen que el capitalismo no está enriqueciendo a toda la sociedad, sino sólo a una parte de ella. El prestigio del que goza el sector empresarial en Alemania, Suecia y Estados Unidos, por ejemplo, donde se valora al emprendedor como una persona que trabaja por su país, porque asume riesgos, crea empleo, genera riqueza y paga impuestos, contrasta con la mala reputación del empresario español, que, a pesar de ser uno de los grandes contribuyentes de las arcas públicas, todavía no ha podido limpiar su imagen de presunto explotador.

Los impuestos constituyen una parcela de la actividad social que debería ser conocida a fondo por la ciudadanía, en especial por la juventud, que ha de tomar conciencia de la inversión pública que toda la sociedad está haciendo en ella. Al menos, todo el mundo tendría que saber con exactitud cuánto paga a la Hacienda Pública y en qué gasta la Administración las sumas recaudadas. Habría que recordar que la sanidad pública, la educación y las inversiones en infraestructuras no son gratis, sino que las financiamos con los impuestos que pagamos. Además, para justificar esos gastos en bienes públicos básicos, los ciudadanos deberíamos estar convencidos que esos impuestos que reducen la renta de nuestros bolsillos generan un mayor valor social del que detraen. En ocasiones parece que se olvida que cuando el político de turno promete al electorado inversiones en ésta o en la otra infraestructura, o anuncia un determinado viaje oficial, lo que en realidad está haciendo es utilizar dinero ajeno, el dinero de los contribuyentes. La inteligencia política no debiera consistir en ganar votos mediante numerosas promesas de gasto, sino en saber administrar el dinero público con cautela, pensando en el largo plazo. Por tanto, si nada es gratis y con los impuestos estamos haciendo un ejercicio colectivo de solidaridad ¿no deberían los ciudadanos ser más conscientes del gasto que se hace con sus aportaciones? ¿No debería aplicarse un criterio de máxima transparencia en la gestión de las cuentas públicas? ¿Y la sociedad no debería tener derecho a quejarse cuando constata determinados gastos públicos que como poco pueden calificarse de bochornos? Bienvenidas sean todas las iniciativas que fomenten la educación y nos ayuden a clarificar la relación entre ciudadanía e impuestos, entre esfuerzo fiscal y solidaridad.

 

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