Expansión, 19 de marzo de 2005
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
El futuro está en el nuevo espacio económico del sudeste asiático. Europa debe tomarse en serio la Agenda de Lisboa y su propia cohesión, si quiere influir en la marcha del mundo.
El Imperio Británico organizó el mundo del siglo XIX, Estados Unidos fue la nación hegemónica en el siglo XX, mientras que en el XXI, período en el que la economía mandará más que las ejércitos, la región más poderosa será probablemente el conglomerado de los países que constituyen la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), más el trío del poderoso nordeste: China, Japón y Corea del Sur.
La ASEAN esta formada por 10 países: Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunei, Vietnam, Laos, Myanmar y Camboya. Esta unión económica firmó un acuerdo con China en el pasado diciembre que eliminará las barreras arancelarias para el 2010. La futura zona de libre comercio tiene una población total de 1.800 millones de habitantes, de los que 1300 son de China y un producto interior bruto de 1,6 billones de euros. En la última reunión de esta asociación, acudieron también los Primeros Ministros de Japón y Corea del Sur, naciones que han mostrado interés por acordar un tratado de libre intercambio con la ASEAN similar al que acaba de firmar esta asociación con China. Además, los bancos centrales de los 13 países citados, conjunto al que se le denomina “ASEAN Plus Three”, han firmado un acuerdo de coordinación ante situaciones difíciles, que bien puede suplir al Fondo Monetario Internacional, entidad a la que algunos de esos bancos, como el de Corea del Sur, culpan de la crisis asiática de 1997-1998.
El ordenamiento jurídico que rige los acuerdos que conforman la ASEAN es únicamente económico, excluyéndose de un modo expreso las injerencias políticas de unos países en otros. Así, favorecer la democracia o estimular el respeto a los derechos civiles no forma parte de la misión. En esa unión conviven duras dictaduras con regímenes democráticos, sin que esas graves diferencias entre los socios, inasumibles en la Unión Europea, perturben a las orientales conciencias. Otros factores que propician el éxito del pacto son: el respeto a las actuales fronteras, un tratado de no agresión entre los socios y el compromiso de resolver las diferencias de un modo pacífico. Gracias a esas restricciones, el riesgo de conflicto entre los países de la asociación es mínimo, por lo que el sudeste asiático constituirá en pocos años la mayor zona de libre comercio del mundo.
¿Riesgo bélico?
Los riesgos que pueden empañar las enormes expectativas de ese nuevo mercado común son las graves tensiones que se aprecian en la zona, de las que citaré tres. 1) China reclama Taiwán y el pasado lunes el Parlamento chino aprobó una ley que autoriza un ataque militar. 2) Corea del Norte ya no es tan sumisa a China como antaño y se jacta de poseer armamento nuclear. 3) Japón teme que China sea el mayor poder económico de la zona, por el riesgo de que a continuación dirija su enorme capacidad a ser una primera potencia militar. Sin duda, lo mejor que puede ocurrir es que no haya un único poder hegemónico en el área, sino que China, Japón y EEUU compartan su influencia, lo que implicaría una estabilidad en la zona.
Es poco probable que China se lance a una aventura bélica que destruya su todavía inestable desarrollo económico. A favor de esta hipótesis está la proverbial paciencia china que ha tolerado la independencia de facto de Taiwán durante tantos años. Lo lógico es que aguarde hasta que su prosperidad le permita realizar una negociación ventajosa. También apoya una solución pacífica al contencioso el hecho de que EEUU y Japón, país que ya cuenta con un moderno ejército, no permanecerían impasibles si China cruzara el estrecho de Formosa. La guerra que sí se presenta inevitable es la comercial entre Japón y China fundamentalmente, aunque también querrán un trozo del pastel EEUU y Australia.
Mercado necesario para la UE
El camino para que la UE cuente en el mundo pasa por participar en el nuevo mercado asiático, desafío que implica ser competitivo. Para que la esclerótica Europa espabile se precisa poner en marcha la maravillosa declaración de principios que supone la Agenda de Lisboa. Los líderes europeos deben hacer atractivo el proyecto europeo. Para lograr esa visión positiva de Europa, la UE debería invertir dinero en una campaña que explicara que Europa se construye trabajando más horas, jubilándose más tarde, cooperando con responsabilidad en el coste de los servicios sociales que disfrutamos y arriesgando nuestros dineros en emprender actividades. Cierro con dos frases que vienen en la motivadora web del Consejo de Lisboa (www.lisboncouncil.net): la acción no siempre trae felicidad pero no hay felicidad sin acción (Benjamín Disraeli) y, debes hacer las cosas que crees que no puedes hacer (Eleanor Rooselvet).

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