Diario de Noticias, 16 de septiembre de 2009
Cristina Berechet, Responsable de Investigación del Día del Contribuyente (Institución Futuro)
Desde principios de año hemos presenciado un goteo constate de noticias sobre la cada vez menor recaudación tributaria por parte de los gobiernos, tanto del central como de los autonómicos, que ha ido aumentando a la vez que se acerca el plazo de elaboración de los presupuestos.

Es más, desde hace meses, empezando con las subidas de los impuestos especiales sobre los combustibles y el tabaco, nuestros gobernantes intentan convencernos de que los déficits y la deuda pública en los que ha estado incurriendo el Estado en el último año son malos. Por ello, ahora tratan de persuadirnos de que la única solución es la subida de impuestos, de la cual no tenemos que preocuparnos porque a la inmensa mayoría de la población no nos afectará.

Pero la pregunta que se deberían hacer los gobernantes es si los ciudadanos y las empresas estamos dispuestos a pagar más. Y si esas subidas de impuestos no tendrán justo el efecto contrario: la bajada de la recaudación total, ya que un aumento de los impuestos conllevaría una reducción de la renta disponible, y por lo tanto, una disminución aún más acusada del consumo. El consumo es la base impositiva para el IVA, uno de los impuestos de mayor recaudación para el Estado, que se podría ver muy afectado por la subida de otros impuestos.

Para los economistas es conocido también el efecto Laffer: cuando los tipos impositivos son suficientemente elevados, si se suben aún más, los ingresos recaudados terminarán disminuyendo, y todavía más en tiempos de crisis.

Desde luego, antes de abrir el debate sobre una posible subida de impuestos es necesario analizar la situación de España en el contexto internacional para ver si nuestro nivel impositivo puede dar más de sí.

Según el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la carga del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) más la carga de las cotizaciones sociales sobre la remuneración salarial ha bajado en España en el 2008 hasta alcanzar el 37,8%. Es decir, más de un tercio de nuestra remuneración salarial va para el Estado. No obstante, la media de los países de la OCDE es de 37,4%, cuatro décimas menos que la media española.

Lo que quizá nos puede sorprender es que, por ejemplo, un soltero con hijos en España soporta una presión fiscal 10 puntos superior a la media de la OCDE. Dicho de otra forma: en 21 países de los 30 analizados, los solteros con hijos soportan una menor carga impositiva que el mismo tipo de unidad familiar en España. Incluso para las parejas casadas con hijos, donde la remuneración del hogar varía entre el 100% y el 133% del salario medio, la presión fiscal en España es casi cinco puntos superior a la media de los países de la OCDE. Por tanto, las familias españolas con hijos y con bajos ingresos soportan una mayor presión fiscal que la media de la OCDE. En cuanto a otros tributos como el impuesto de sociedades, los últimos datos publicados por Eurostat revelan que únicamente Bélgica, Francia y Malta tienen niveles impositivos más elevados que España, de modo que en nuestro país los empresarios pagan 6,5 puntos más que la media de la UE-27.

A la vista está que los tipos impositivos de muchos de los impuestos de nuestro país son ya lo suficientemente elevados como para que una subida de impuestos desincentive el trabajo y la actividad económica, desembocando al final en una reducción de la recaudación. Por ello los gobiernos deberían buscar otras soluciones para equilibrar los presupuestos, que no deben pasar ni por la subida de impuestos ni por el aumento de la deuda, sino todo lo contrario: por la reducción del gasto. Si todos somos capaces de apretarnos el cinturón en momentos de crisis, el Estado debería poder hacer lo mismo.

Institución Futuro
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