Negocios en Navarra, marzo 2018
Emilio Huerta, miembro de Institución Futuro

La economía española en el periodo 2000/2008 perdió competitividad porque los costes laborales unitarios que miden la relación entre salarios y productividad, aumentaron por encima del conjunto de países de la eurozona. Por el contrario, desde 2008, estos costes se han reducido en cerca del 4%, mientras que aumentaban alrededor del 12% en los países de referencia para nosotros, Francia y Alemania.

Esta mejora de la capacidad de competir de las empresas españolas junto con un escenario favorable de la economía mundial son claves para entender la presente situación. Sin embargo, esta trayectoria económica muestra notables debilidades. El crecimiento no está significando un incremento de prosperidad para muchos colectivos sociales.

La mejora relativa de los costes unitarios ha tenido su origen en un ajuste salarial intenso realizado a partir de la puesta en marcha de la reforma laboral y no por un avance de la productividad. Los salarios se han moderado mucho durante la recuperación, cuando crecían en otros países de la eurozona. La situación económica en Navarra sigue una tendencia similar a la de la economía española.

En este contexto, una cuestión clave se refiere a discutir sobre qué elementos conviene avanzar para reforzar la competitividad de nuestra economía y que, a la vez, dibujen un futuro compatible de prosperidad y crecimiento. Sin duda, no es posible aspirar a una economía dinámica, sin empresas que tengan ventajas competitivas sostenibles que resulten difíciles de imitar. La productividad de una economía depende de la productividad de sus empresas.

La productividad mide la capacidad de las empresas, instituciones y organizaciones diversas para generar riqueza. Define el conjunto de bienes y servicios que se generan con una dotación de recursos determinada. Esta medida de la eficiencia y eficacia con la que producimos, nos indica los límites de cómo podemos vivir. Nos marca, por ejemplo, la referencia de la remuneración que recibirán los factores productivos por su participación en la creación de riqueza. Para los trabajadores eso significa que, si se incrementa su productividad, recibirán salarios más elevados; para el capital, el incremento de la productividad significará una rentabilidad superior por la inversión realizada. Además, en un mundo crecientemente competitivo, sólo la mejora de la competitividad mediante el aumento de la productividad garantiza la mejora del bienestar de la sociedad porque el otro camino, el de la reducción salarial que es el que estamos probando, facilita la mejora económica, incrementa la presencia de las empresas en los mercados nacionales e internacionales, pero daña el bienestar colectivo y debilita la cohesión social.

Hay muchos factores que inciden sobre la productividad, entre otros, el esfuerzo tecnológico, la digitalización, la innovación, el funcionamiento de la administración, la educación y formación de los trabajadores o el funcionamiento de los mercados. En este artículo me voy a referir a factores que dependen de las empresas y, por tanto, son gestionables por ellas. La evidencia para las empresas españolas y navarras, con la salvedad del grupo reducido de compañías líderes en sus nichos de mercado, nos ofrece un panorama bastante alejado de los parámetros de excelencia en la gestión que observamos en las empresas más avanzadas.

Predominan entre nuestras empresas los sistemas de organización más orientados hacia la eficiencia y más preocupados por el control de costes que por la creación de valor. Estamos hablando de empresas organizadas de forma jerárquica, con trabajadores entrenados y labores rutinarias y mecánicas. Unos pocos deciden y la mayoría, trabajadores y cuadros intermedios, ejecutan y están alejados de las necesidades y conocimiento de sus clientes. Estos problemas junto con una pobre comunicación y una limitada delegación del proceso de toma de decisiones, reflejan un diseño organizativo que potencia el control frente a la autonomía, estimula un comportamiento reactivo y frena la responsabilidad y compromiso de los trabajadores. Además, las relaciones labores dentro de las empresas se basan más en el conflicto y la desconfianza que en la participación y la defensa de un proyecto común.

Los modelos de organización más extendidos entre las empresas navarras se encuentran alejados de los sistemas más innovadores que utilizan las empresas excelentes. La empresa navarra sigue compitiendo mayoritariamente basándose en la eficiencia, cuando hoy la innovación, el posicionamiento singular y la flexibilidad son imperativos que la empresa debe satisfacer. Por ello, para avanzar por la senda de una mayor productividad, compatible con salarios más elevados y mejor calidad de los empleos, serán necesarios cambios profundos en las empresas. Entre ellos:

Se debe innovar en las prácticas de dirección. Hay que mejorar la capacidad emprendedora y directiva en las empresas. El espíritu e iniciativa emprendedora para crecer deben estar presentes, tanto en las empresas de nueva creación como en las ya establecidas. Sólo las organizaciones que exploran nuevas oportun9diades generan mejores ideas y explotan sus oportunidades tienen futuro.

Hay que impulsar una nueva lógica organizativa de las actividades de producción y ventas más dependiente de la utilización de recursos intangibles. Las empresas líderes en sus mercados demuestran una capacidad de multilocalización de su cadena de actividades que favorece de forma simultánea la reducción de costes, la flexibilidad y la innovación. El valor de marca, la reputación, el diseño, la calidad y la coordinación de actividades son elementos esenciales que soportan sus ventajas competitivas. Los sistemas de producción deben abandonar los modelos rígidos y ‘fordistas’ para centrarse en la organización de los procesos que favorecen el posicionamiento diferenciado.

Las competencias de gestión deben progresar en todas las fases de la internacionalización de las empresas. La evidencia muestra que las empresas españolas han fundamentado su expansión internacional a través de la explotación de capacidades como las habilidades y relaciones políticas, organizativas y de ejecución de proyectos y mucho menos en las ventajas centradas en la explotación de recursos intangibles como la marca, el servicio, la calidad y la innovación de sus productos.

Las nuevas capacidades directivas deben impulsar la cooperación dentro de la empresa y entre empresas.

Dentro de la empresa: es urgente implantar modelos de organización del trabajo y políticas de recursos humanos que integren y comprometan a los trabajadores en la empresa. Hay que innovar en la puesta en práctica de políticas de gestión de los recursos humanos para que éstos se integren y aporten su esfuerzo y compromiso voluntario en la acción colectiva.

Las capacidades directivas deberán demostrar también su competencia para impulsar la innovación organizativa mediante modelos de organización más descentralizados y menos jerárquicos.

Cooperación entre empresas: las empresas españolas deben demostrar su competencia para combinar externalización y localización amplia de sus actividades sin perder el control sobre los recursos y mercados que más contribuyen a la creación de valor. La especialización en la cadena de valor se debe gestionar a través de sistemas colaborativos orientados por la rentabilidad a largo plazo.

Por último, en las empresas hay que desarrollar fórmulas de propiedad y gobierno corporativo eficaces. La profesionalización de la gestión empresarial debe ser compatible con sistemas de control interno a través de consejos de administración bien establecidos y externos que con trasparencia y visión global influyan sobre los resultados económicos, sociales y medioambientales de las empresas.

En esta compleja situación económica, la modernización del tejido empresarial de nuestra Comunidad es un reto que deberemos afrontar con rapidez. Competir mejor en el mundo es el desafío, innovar y alejarnos de los viejos modelos de organización y gestión, el camino. Si continuamos haciendo ajustes en las empresas, pero seguimos sin abordar reformas de alcance, se mantendrá la brecha entre crecimiento económico y prosperidad colectiva y la cohesión social se debilitará.

El declive no es inevitable pero tampoco la prosperidad. El futuro depende sin duda de lo que hagamos nosotros y especialmente las empresas para actuar y mejorar nuestra posición en el mundo.

Institución Futuro
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