Diario de Navarra, 25 de febrero de 2018
Jose Enrique Arizón, Ingeniero de Caminos y miembro de la Comisión de Competitividad del think tank Institución Futuro

Las infraestructuras son los sistemas físicos tangibles o intangibles, muchas veces invisibles, que permiten a una sociedad funcionar. Los sistemas de transporte de pasajeros y mercancías, los sistemas de captación o producción y las redes de distribución de agua, energía y telecomunicaciones, etc. no son un fin en sí mismo, sino un medio que posibilita cubrir las necesidades humanas básicas y el desarrollo económico. Su fin último es contribuir al bienestar social.

En la sociedad globalizada en la que vivimos los poderes públicos compiten buscando una mejor posición relativa, para optimizar las condiciones en las que las empresas allí instaladas hacen llegar a sus clientes sus productos y servicios.

Para conseguir esta mejor posición los países y las regiones necesitan contar con ventajas competitivas: elementos que los diferencien de otros territorios, y que se traduzcan en poder ofrecer costes menores, mejores productos o un servicio excepcional. Además, para que estas ventajas produzcan valor a largo plazo, es necesario que sean sostenibles en el tiempo, es decir, que no sean fácilmente copiables o sustituibles.

Disponer de más y mejores infraestructuras es una fuente de ventaja competitiva sostenible para un territorio. Las empresas que allí se establecen generan más desarrollo económico. Si éste es sostenible -desde el triple punto de vista ambiental, económico y social-, y sus beneficios están bien distribuidos, mejorará la calidad de vida de sus habitantes.

Así lo entiende también el World Economic Forum, organización independiente que publica anualmente el Índice de Competitividad Global (GCI por sus siglas en inglés) como “medida de la capacidad de cada país de proporcionar altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos”. El cálculo del índice se basa en 12 pilares, de los que los cuatro primeros –funcionamiento de las instituciones, infraestructuras, entorno macroeconómico y salud y educación primaria- constituyen los requerimientos básicos de la competitividad. Los otros ocho pilares miden la eficiencia y el nivel de innovación.

El primer puesto en el ranking del GCI 2017-2018 lo ocupa, un año más, Suiza, seguida de EEUU y Singapur. España se sitúa en el número 34 de 137 países, que puede considerarse razonable teniendo en cuenta que en PIB per cápita somos el país 30 del mundo.

Si descendemos al detalle de los subíndices vemos que el pilar mejor valorado es precisamente el de infraestructuras, en el que nuestro país ocupa un más que digno puesto 12 en el mundo. No sorprende esta posición privilegiada considerando, por ejemplo, que España cuenta con la segunda red del mundo de tren de alta velocidad, solo superada por China, y con la tercera red de fibra óptica, tras Japón y Corea del Sur. Esta ventaja competitiva es una de las razones del despegue económico de nuestro país en las últimas décadas.

¿Y nuestra querida Navarra? Aquí la posición relativa en competitividad general y en infraestructuras en particular no brilla tanto. De acuerdo al Índice de Competitividad Regional Europeo 2016, publicado por la Comisión Europea, Navarra ocupa el lugar 148 de un total de 263 regiones analizadas. Es preocupante además la evolución negativa, ya que en 2013 estábamos en el puesto 131, todavía en la primera mitad de la lista.

En infraestructuras estamos peor, en el puesto 163, habiendo identificado la CE en esta área una “debilidad en relación a las 15 regiones con similar PIB per cápita”. Como referencia en educación básica ocupamos el puesto 12 y en salud el 30.

Tampoco sorprende este mal resultado en infraestructuras. Pondré dos ejemplos. No busque en el organigrama del actual Ejecutivo Foral el Departamento de Obras Públicas. Ya no existe. Y si analiza la evolución de los Presupuestos Generales de Navarra en el periodo 2016-2018 comprobará que casi el 60% del incremento de recursos disponibles se ha dedicado a personal, y que el importe de las partidas de inversiones tangibles se ha reducido en cerca de 100 millones de euros.

Estos datos muestran una clara desventaja competitiva futura respecto de otros territorios donde pueden establecerse nuevas empresas o, peor, donde pueden irse las navarras.

Ahora que están encima de la mesa proyectos de infraestructuras tan importantes para nuestra tierra como el Tren de Alta Velocidad o el Canal de Navarra, los gestores de lo público tienen una especial responsabilidad a la hora de tomar decisiones -que es sinónimo de gobernar- que sitúen a Navarra en una posición de ventaja competitiva que, a largo plazo, se traduzca en desarrollo económico sostenible y bienestar social para sus ciudadanos.

Institución Futuro
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