ABC, 25 de mayo de 2016
Juan Antonio Sagardoy, académico de la Real Jurisprudencia y Legislación y miembro de la comisión consultiva de Institución Futuro

Hace unas semanas pude ver, como muchas otras personas, un vídeo excepcional por su contenido. Con motivo de su 80 cumpleaños, Amancio Ortega recibió con gran emoción el espontáneo y entrañable aplauso de miles de los trabajadores de su empresa, que cantando y bailando felicitaban «al viejo patrón» con evidente sinceridad. Es algo tan excepcional e inusual que me hizo reflexionar sobre la implicación de los trabajadores en la empresa en la que trabajan. En lo que se llama orgullo corporativo.

Es conocido que, frente al modelo anglosajón, en el continental –en el que estamos– el empresario no tiene prestigio social ni reconocimiento de sus posibles méritos. Más bien al contrario. Por ir a nuestro caso, Manuel Jesús González, por encargo del Círculo de Empresarios, hizo en el año 2003 un magnífico estudio con base en los textos de Historia, Geografía y Economía utilizados en los Centros de Enseñanza Media, y su conclusión fue demoledora: en los textos se concluía que el empresario no crea riqueza y bienestar, sino que busca solo su propio provecho, el éxito económico y la posesión de riquezas. De los manuales examinados, el 60% eran claramente hostiles al empresario, y el 29%, moderadamente neutrales. Si eso es lo que se enseña en las escuelas, lógicamente el entorno social cara a los empresarios es y será muy negativo.

[[[https://www.ifuturo.org/sites/default/files/docs/2016_05_25_abc_jas.pdf scrolling=yes height=850]]]

Institución Futuro
Share This