Diario de Navarra, 21 de diciembre de 2016
Emilio Huerta, miembro de Institución Futuro

El reciente debate en Navarra sobre el impulso a las Estrategias de Especialización Inteligente ha puesto encima de la mesa la discusión sobre el diseño y papel de la política industrial en nuestra región. La estrategia pública aprobada plantea que dado que los recursos públicos son limitados, hay que ser selectivos y focalizar las iniciativas en un conjunto reducido de sectores para conseguir que la intervención pública sea eficaz. El principio es coherente aunque hay que advertir de los peligros que una interpretación mecánica de este enfoque y un diagnóstico poco preciso de los factores trasversales de competitividad de una economía pueden generar.

Por ejemplo, hay el riesgo de que el sector público actúe seleccionando ganadores y definiendo actividades de éxito, cuando ni tiene la información ni el conocimiento suficiente para detectar los nichos de mercado que resultan más valioso y con mejores expectativas de crecimiento. Pero es que, además, en una economía de mercado el éxito de las empresas depende no sólo de en qué negocios compiten sino, sobre todo, de cómo compiten. Por eso la existencia de buenos empresarios y directivos y la presencia de empresas innovadoras son factores esenciales para el crecimiento.

Otra cuestión relacionada, aunque distinta, es que unos resultados empresariales aceptables generan diferencias importantes en beneficios y costes para la sociedad según que las empresas sigan estrategias de costes o posicionamiento; sean o no respetuosas con el medio ambiente; realicen más o menos ingeniería fiscal; dediquen más o menos recursos a la formación de sus trabajadores, colaboren con otras empresas e instituciones y reinviertan los beneficios generados en la modernización de su capital productivo o los distribuyan como dividendos. En el caso español y en Navarra se acumulan evidencias de un sistema productivo que ofrece limitadas externalidades positivas y bastantes negativas (poca innovación, escasa internacionalización, empleos nuevos precarios…), lo que invita a una reflexión sobre la necesidad de cambiar aspectos sustanciales del mismo. Por ello, el debate sobre los aspectos microeconómicos de la competitividad debe dar prioridad a la pregunta de qué arquitectura de acumulación de activos de las empresas, proporciona buenos resultados individuales, en términos de productividad y beneficios, y a la vez genera efectos externos positivos para la sociedad. La discusión desde una perspectiva colectiva se centra sobre cómo pasar de un equilibrio económico y social dominante basado en salarios bajos y empleo de poca calidad; donde la imitación frena la innovación y se recaudan bajos ingresos fiscales, a otro más orientado hacia la innovación, salarios más elevados, empleos de mejor calidad y que afronte con mejores expectativas los difíciles retos que vienen.

Para avanzar, resulta urgente mirar hacia otros modelos de empresa que utilizan sistemas flexibles de organización y gestión, disfrutan de un mejor gobierno empresarial y que conjugan de forma más equilibrada el interés legítimo de las compañías y el de la sociedad. Algunos de los rasgos que presentan estas empresas son: las empresas globalmente más exitosas reconocen como objetivos impulsar la generación de riqueza, aumentar la productividad y crear valor en la sociedad. Además, el cambio tecnológico y la competencia, están haciendo que la innovación y la flexibilidad resulten estrategias esenciales para competir. Y por último, las empresas se comprometen con su capital humano y potencian su enriquecimiento. Han desplegado una nueva cultura empresarial y motivan a sus trabajadores con incentivos adecuados, les ofrecen participar en la toma de decisiones y en los resultados y, algunas veces, facilitan su presencia en el capital social.

Si Navarra debe modificar su modelo productivo, el cambio tiene que ser algo más que abandonar sectores y actividades del pasado para sustituirlos por otros nuevos, si es que alguien realmente es capaz de adivinar cuáles son unos y otros. Así que con urgencia hay que tomar medidas para reinventar muchas empresas. Las mejores experiencias internacionales nos indican que el cambio en los sistemas de gestión de las empresas resulta ser un camino valioso para aumentar su capacidad de competir, reforzar el crecimiento y generar resultados positivos para la sociedad. Por ello, el programa que recientemente ha puesto en marcha la CEN “La mejora de la Competitividad a través del capital humano: La Empresa de siglo XXI” aunque es una iniciativa modesta que convendría potenciar ampliando su alcance y extensión, apunta en la buena dirección. Sólo con empresas altamente productivas, compitiendo en sectores diversos, se podrá garantizar un crecimiento robusto y se generarán unos efectos en términos de empleo, salarios e impuestos, positivos para la sociedad.

Institución Futuro
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